viernes, marzo 29, 2024
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Los tiempos cambian

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Esta semana han caído varios terroristas. Ya es costumbre. Antes lo era que cayeran víctimas del crimen personas inocentes. Pero los tiempos cambian. Y con ellos, cambian las cosas. Esta semana han detenido al jefe militar de ETA. Ya es costumbre. Antes lo era que viésemos su foto en órdenes de busca y captura. Pero los tiempos cambian. Y con ellos, cambian las cosas. Esta semana han detenido a tres etarras en Francia. Ya es costumbre. Antes lo era saber que paseaban con impunidad por el llamado santuario francés. Pero los tiempos cambian. Y con ellos, cambian las cosas.

Recuerdo la sonrisa de Sandra. Me acompaña. Y veo el rostro triste de Jaione. Me acompañan los dos gestos. Me han ayudado a comprender el valor que tiene la lucha contra el crimen, contra el miedo. Sandra es la hija de Isaías. Jaione es la hija de Iñaki Uría. Entre los terroristas detenidos en Francia estaba el asesino de Isaías y de Iñaki, los padres de Sandra y de Jaione. Un asesino desalmado, dos chicas huérfanas. Dos padres muertos. Maldita gente sin corazón, sin pena ni vergüenza. Malditos sean toda su vida.

Sonreía Sandra entre el dolor de sus amigos, el dolor de su familia: «No me verán llorar los asesinos», decía. Y cumplió con su palabra. Nadie la ha visto llorar allí donde pudiera verla llorar el asesino. Quizá ahora lo haga. Quizá lo haya hecho desde el primer día pero a escondidas, con suspiros de dolor y de tristeza, desahogando un orgullo ejemplar, el de la hija de su padre, Isaías. Quizá ahora lo haga. Ahora que el asesino se comienza a pudrir entre las rejas. Sí, ahora que comienza de nuevo a ganar la vida la batalla de la muerte.

Los tiempos cambian, y con ellos cambian las cosas. Nos dan lecciones de decencia y dignidad las hijas de los padres que han muerto asesinados. Lecciones que quedan impresas en la retina, grabadas en la memoria. Sin ruido ni furia, ni un idiota que cuente historia alguna. Sin foto, ni cámara, ni discursos, ni retóricas, Jaione y Sandra comienzan la vida cada día. Curiosos tiempos estos que nos muestran tanto corazón y esos gestos de decencia entre tanto espectáculo vulgar.

Los tiempos están cambiando. Y con ellos cambian las cosas. Habrá que hablar con Pérez Rubalcaba y decirle algo; no sé, quizá algo que exprese gratitud -no esa mueca insatisfecha y resentida de los Dolores de Cospedal, los que padece consigo misma- después de tanto insulto indecente del coro habitual, los de la nómina de ‘Gürtel’. ¡Si aprendieran decencia de estas chicas!

Pero no. No lo harán. En eso los tiempos siguen sin cambiar.

Rafael García Rico

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