viernes, abril 26, 2024
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El consenso y las estrategias

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En situación de alarma proliferan las llamadas en favor del consenso, talismán para todos los males. Su mera invocación entre partidos, sindicatos, organizaciones y en la propia sociedad civil produce el efecto moralizante de estar en el buen camino, y exonera de culpas a los responsables políticos. La última iniciativa del Rey Juan Carlos en sus reuniones con representantes del mundo económico, empresarial y laboral para alentar al acuerdo por el interés general se inscribe en esta cultura asentada en nuestra democracia.

Pero, siendo cierto que el consenso es bienvenido, si se produce, habría que preguntarse sin embargo, ¿es obligatorio? Los partidos dibujan legítimas estrategias para ganar la batalla de la opinión pública ante el sobresalto de un desempleo que ronda el 20 por ciento y un sistema de pensiones que refleja los primeros síntomas de axfisia.

La situación es grave. Lo ha dicho incluso en estos días el presidente en el Congreso, pese a su conocida resistencia a aceptar la dimensión de la crisis. Expertos de tendencias diversas barruntan cifras aún peores en cuanto al sostenimiento del actual Estado de bienestar. Piden con urgencia una reforma laboral y claman porque se afronte una reducción del gasto público del que no se libraría ni el Gobierno, ni las comunidades autónomas ni los ayuntamientos. No sería un mal momento para encarar la situación laboral de la mujer, abocada a retrasar sin fecha su maternidad, en un país que adolece de una inquietante baja natalidad.

El PSOE pone en marcha un plan de comunicación para proyectar el trabajo de sus diputados y senadores, a través de ruedas de prensa, artículos de opinión o encuentros entre la propia militancia para insuflar una energía que frene el decaimiento que reflejan las encuestas. Cada semana habrá, al parecer, un tema «estrella» y cada parlamentario deberá encarnar un mensaje.

Suena a marketing publicitario, que suele imponerse cuando falta la política, y no desvela si se encarará el plan de austeridad que se le reclama. Se opta por el rifirrafe político: el ministro José Blanco insiste en el mensaje de Alonso y De la Vega, el del que el PP estaría actuando bajo la premisa de que cuando peor vaya España mejores posibilidades tiene para llegar al Gobierno. Así lo ha vuelto a decir este domingo: «El PSOE necesita la recuperación (…) el PP necesita la crisis».

En cuanto al PP, el ruido de la descalificación al Gobierno silencia en cierto modo la difusión de su alternativa. Pero nadie le puede exigir que apoye políticas que no comparte. Tampoco está parado en el diseño de sus estrategias. En este clima de incertidumbres, sí se plantea lograr acuerdos puntuales con CiU y PNV, pero no pactos estables en esta legislatura.

Seguramente serían deseables los pactos de Estado ante una crisis económica que apela a todas las instituciones. Pero no son exigibles ni moral ni políticamente. Al Gobierno le compete tomar decisiones, los ciudadanos le han votado para ello. De su acierto o fracaso dependerá el bienestar o la desesperanza y, en segundo término, el que los mismos ciudadanos le reiteren o le retiren su confianza.

Chelo Aparicio

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