viernes, abril 26, 2024
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Rouco en escena

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La Iglesia fiel a sus principios y valores achaca todos los males de nuestro tiempo a la falta de espiritualidad que hay en la sociedad. Después de entrar el Rey en liza en el debate económico, lo ha hecho Rouco Varela, con el propósito de establecer la actitud de la Iglesia ante la crisis. Y lo ha hecho destacando la preocupación por una necesaria conversión jurídica y política que ayude a salvaguardar las prestaciones sociales del Estado. La crisis, además de un problema material, es, también, un síntoma de nuestra precariedad moral.

En la crítica de Rouco, en su preocupación y análisis, no hay duda de que el escaso uso de la moral a la hora de establecer las relaciones sociales y económicas es la razón profunda de una crisis económica que le genera una gran inquietud. Tanta, que llega a la conclusión de que «algo» subyace en el problema, «algo» que trasciende, «algo» que irremediablemente hay que cambiar.

Rouco no ve en la ambición y en la codicia de los actores que intervinieron en la crisis financiera la razón de nuestros males; ni la ve en la desregulación del mercado financiero, ni en la falta de controles que garanticen la función social que la economía tiene asignada en nuestro ordenamiento constitucional. Para Rouco, la burbuja inmobiliaria, hecha de especulación y ambición, no es el problema real. Sólo lo es, probablemente, de forma visible. Pero el problema de fondo es de otra naturaleza. Y, además, no es el producto de las conductas miserables de algunos aprovechados. Es el fruto de nuestra falta colectiva de espiritualidad. Es cosa de todos, pues.

Y por eso es necesario el cambio. Porque cuando todos tenemos la culpa lo que hay que cambiar es el tablero de juego. Rouco Varela señala el camino del cambio político y, probablemente, de nuevas reglas que impidan que advenedizos como Zapatero legislen a su antojo con la vana excusa de poseer la mayoría parlamentaria.

O quizá con la «conversión jurídica» quiera cambiar el modelo democrático, ese que asigna a cada hombre o mujer un voto. Quizá crea más en las cortes corporativas, aquellas en las que estemos representados por órdenes sociales tan nobles como el del trabajo, la familia, la empresa, etc., siguiendo la pauta de la organización política del fascismo italiano, por citar el más famoso de los modelos, aquel que tanto defendió la CEDA, antecedente popular de los compañeros de juegos de Don Mariano.

Las pensiones, la de usted y la mía, requerirán de un nuevo modelo democrático ajustado a los valores de espiritualidad del catolicismo. Nuestro seguro de desempleo no puede jugarse con un mal uso de la libertad. Eso dice Rouco.

Así que ya estamos todos en el terreno de juego. Que no haya duda de lo que se decide aquí. La salida de la crisis que propone Zapatero no es la diseñada en los grandes cenáculos financieros ni en los confesionarios de las parroquias. La moderación y el arbitraje real, tan constitucional como el veraneo mallorquín, tampoco responde a ello.

La salida pasa por un cambio ético moral y de estrategia económica y social: coincidirán los que especulan con el dinero con los que especulan con el alma, y los que basan su fe en el derecho especularán con sus intereses políticos. Ni más, ni menos.

Quizá estén más cómodos ahora que Falange vuelve a campar por sus respetos y la figura de Franco y del franquismo ha resistido el primer golpe serio de la democracia.

Qué extraña coincidencia esta de Rouco, la Falange, la conversión política y jurídica de España y la fortaleza espiritual con la que, una vez más, el PP se niega a desvelar lo que haría si gobernase.

Si es que tuviera pensamiento propio, claro.

Rafael García Rico

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