lunes, mayo 6, 2024
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La vida es injusta

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Han pillado a Nacho Uriarte pasado de copas y al volante el día de su despedida de soltero. Contraproducente para un miembro de la comisión de seguridad vial y diputado en el Congreso. Se le reclama que dimita de todos sus cargos y no sólo del que está relacionado con el tráfico. El problema de Uriarte no es tanto la gravedad del delito como el hecho de que lo haya reconocido después de que se enteraran los periodistas. ¿Y si no hubiera trascendido? ¿Se hubiera sentado a hablar de tasas de alcohol en sangre con naturalidad? Lo suyo, especialmente en el caso de un dirigente político, hubiera sido rematar la juerga difundiendo un comunicado y pidiendo perdón.

Tal vez así hubiera tenido más posibilidades de que amainara la tormenta, ya que su falta no ha provocado lesiones a nadie ni él se ha llevado crudo el dinero de los ciudadanos. Es probable que pague lo canalla que se ha vuelto la lucha entre el PP y el PSOE desde hace demasiado tiempo. Las veces que se ha judicializado la política, mentido sobre atentados islamistas o arrojado a la cabeza las víctimas del terrorismo sin que a muchos se les subieran los colores. Pero Uriarte es un servidor público y ha de dar ejemplo. Mariano Fernández-Bermejo también debía haberse acordado de pagar su licencia de caza en la comunidad autónoma en la que iba a pegar tiros. Y podía haber dicho adiós muy buenas al ver al juez Baltasar Garzón en la misma finca y escopeta en mano. La gente «normal», como nos llaman los políticos, no estamos obligados a tanto, pero ellos sí.

Lo de Rosa Díez ha sido mucho menor pero le está cayendo una somanta de palos desproporcionada por haber metido la pata. Ha usado el adjetivo «gallego» de una forma nada elegante para atacar a un presidente del Gobierno que es leonés, para más señas. El problema es que Rosa Díez fue tan torpe como para añadir «en el peor sentido del término» y ahí se hundió más ella sola. Si fuera ella, no esperaría votos a corto plazo en esa comunidad pero lo de «contesta a una pregunta con otra» o «no se sabe si va o viene» se dice de los gallegos. En esta categoría, Mariano Rajoy arrasa. «Es del puño agarrado» o «no es que sea antipático, es que es reservado» sale a relucir a menudo sobre los catalanes. Los vascos no pasan precisamente por sofisticados en los chistes. Y esos comentarios no comportan ni un odio feroz ni desprecio.

Luz Sanchis

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