domingo, mayo 5, 2024
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Albert Camus en Montevideo

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Albert Camus, de quien se cumplen cincuenta años de su fallecimiento, visitó dos veces nuestra ciudad, Montevideo; dejó vívidas impresiones sobre ella y las diversas personalidades que conoció en sus Diarios de viaje. Bástenos recordar que Camus recibió el Premio Nobel de literatura a los 44 años y murió el 4 de enero de 1960, en un accidente de auto. Y que en su abrigo había un billete de tren para ese día. André Malraux, al despedirlo, dijo de manera rotunda: «Ha muerto el mejor de todos nosotros».

Nacido en Mondovi, en 1913, hijo de un obrero y una mujer analfabeta, Catherine Sintes (tan esencial en su vida), para Camus la pobreza era más llevadera bajo el sol, y el sol, justamente, fue una constante de su obra literaria.

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial viajó en 1940 a Marsella. Llevaba los manuscritos de El extranjero y de Calígula. En París se enroló en la Resistencia; al final de la guerra fue condecorado.

Pero vayamos a sus visitas a Montevideo. El 11 de agosto de 1949 escribe Albert Camus: «Me levanto temprano y escribo unas cartas. Luego, como sigo sin noticias de mis protectores naturales, voy a visitar Montevideo en un hermoso día gélido. La punta de la ciudad se baña en las aguas amarillas del río de la Plata. Aireada, regular, Montevideo se halla rodeada por un collar de playas y un bulevar marítimo que me parecen bellos. Hay una prestancia en esta ciudad, en la que parece ser más fácil vivir que en otras que vi hasta ahora. Mimosas en los barrios ajardinados, y palmeras que me recuerdan a Menton. Aliviado también por estar en un país de lengua española».

Esa noche Albert Camus regresó a Buenos Aires, para continuar hacia Chile, y el 19 de agosto de 1949 volvió a Montevideo. Escribe, al día siguiente: «A las once, primera conferencia en la sala de la Universidad. En medio de la conferencia, un curioso personaje entra en la sala. Una capa, la barba corta, los ojos negros. Se instala al fondo, de pie, abre ostensiblemente una revista y la lee. De cuando en cuando, tose muy fuerte. Éste, al menos, pone algo de vida en el anfiteatro».

Más adelante registra un encuentro especial. Dice: «Un momento con José Bergamín, fino, marcado, con la cara envejecida de intelectual español. No quiere elegir entre el catolicismo y comunismo mientras la guerra de España no haya terminado. Un hipotenso cuya energía no es más que espiritual. Me gusta esa clase de hombres». Y otros apuntes señalan: «La tarde es suave, rápida, un poco tierna. Este país es fácil y bello». Y más además, señala: «Después de la conferencia salgo a pasear con Bergamín. Aterrizamos en un café populoso. Él duda de la eficacia de lo que está haciendo».

Conoció a la poeta Susana Soca, quien fue una de sus anfitrionas, y así lo cuenta: «Después, cena en casa de Suzannah Soca. Un montón de mujeres de mundo que, después del tercer whisky, se ponen insoportables… Propongo a la agregada cultural que se venga a beber una copa conmigo… La noche es dulce en Montevideo. Un cielo puro, el crujir de las palmas secas encima de la plaza Constitución, vuelos de palomas, blancos, en el cielo negro».

Albert Camus se marchó de Montevideo el 21 de agosto de 1949, y dejó escritas estas palabras: «… el avión abandona el terreno a las once. Bajo un cielo tierno, aireado, nuboso, Montevideo expone sus playas -ciudad encantadora- donde todo invita a la felicidad y a la felicidad sin preocupaciones de la mente».

Rubén Loza Aguerrebere

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