jueves, abril 25, 2024
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El hombre bobo

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Resulta paradójico que ahora, cuando las preocupaciones espirituales, religiosas y existenciales andan sumidas en la ignorancia absoluta, el sumo desprecio o el fanatismo, y cuando la gente se entrega fervientemente a las diosas ciencia e información, cuando incluso se creen como dogmas de fe casi todas las gilipolleces que se publican en internet, proliferen tanto las entregas «culturales» sobre ídolos de todo tipo, en especial superhéroes o viejos mitos rescatados -siempre de manera incompleta, en cuanto el mito sin traducción humana apenas es nada- como vampiros, hombres lobo o demonios.

Quizás todo se deba a que ahora ya no hay miedos a estas criaturas de ficción y se puede llevar la imaginación a terrenos donde humanos y vampiros se enamoren sin miedo a que mañana nos atraviese la yugular el canino de un descendiente del conde Drácula. Personalmente, creo más bien que todo se debe a la imperiosa necesidad de evasión que conlleva este modo de vida tan escasamente auténtico en el que lo realmente guay es beber agua mineral muy cara, llevar vaqueros de marca o enseñar la carísima ropa interior diseñada por algún prestigioso profesional de la moda.

Es en este entorno donde hay que entender que lleguen películas tan malas como la nueva versión de El hombre lobo. No hay mucho que decir sobre ella. Simplemente, el guión es tan malo que al final lo más creíble de todo el metraje es que existan licántropos de verdad. Es alucinante que alguien ruede una película tan mema, tan poco coherente. Por ejemplo, la acción se traslada a 1891, pero los personajes se mueven, hablan y actúan como si fueran del siglo XXI. ¿Para qué entonces ese traslado? Aunque ese detalle es tan sólo una nimiedad más de un conjunto pésimo. Hoy en día se piensa que con un remake, unos pocos efectos, un plan de sustos ruidosos y un par de escenas violentas llenas de vísceras se llenarán las salas.

Cuando menciono al hombre bobo en el título de este artículo no me refiero a la gente que va a ver pelis como El hombre lobo, porque esta película es de las que vacían salas, de las que te dejan sin ganas para volver a pagar una entrada. Es cierto que hoy día somos muy poco exigentes con la cultura que compramos, pero la bobería es más de los que crean e intentan vender que de los que aún nos dejamos engañar. Después de todo, sólo pueden ser muy bobos los que hacen películas tan malas con un presupuesto tan elevado. No hay talento, pero sí mucho máster en marketing y empresariales.

Precisamente, una película reciente de las que sí crean afición trata sobre un hombre bobo del siglo XXI. Up in the air muestra a un ejecutivo, magníficamente interpretado por George Clooney, que ha convertido su vida en un constante nomadismo plagado de salas VIP de aeropuerto y hoteles de lujo. Él cree que ése es el colmo de la felicidad. El filme, a medio camino entre la comedia y el melodrama, muestra el camino de este antihéroe hacia la comprensión de la insustancialidad de su propia existencia. No estar comprometido con nada te convierte en un donnadie.

es una de las más agradables sorpresas de los últimos tiempos. Pero no es una película confortable porque muestra muchas de sus carencias. Por eso debe considerarse aún mejor. Por eso mismo puede molestar a muchos, porque en el personaje de Clooney encontramos muchas de las carencias del mundo que nos rodea, un mundo donde a menudo prima lo material sobre lo humano.

Así, ese hombre bobo es en el fondo un retrato de todos nosotros. Algo que se echa de menos en la gran mayoría de creaciones intelectuales de nuestros días, donde importa más la comercialidad o el primer impacto -éste casi siempre subvencionado- que la crítica veraz y sincera de los problemas que nos afectan. Quizás forme parte del sistema el que se nos llame la atención sobre viejos mitos como los hombres lobo para que no nos fijemos en la cantidad de hombres bobo que nos rodean, sobre todo en los puestos de responsabilidad. Up in the air es un soplo de aire fresco que golpea donde más duele, mientras El hombre lobo huele a naftalina apolillada, valga la contradicción. Después de todo, algunos esperamos que pronto vuelva una época donde lo más importante sea, sencillamente, el hombre.

P.S.: Si alguien pensó que el título del artículo se iba a referir a los Goya, se equivoca. No puede ser bobo quien vive a costa del dinero ajeno, por muchas bobadas que diga, haga o ruede.

Daniel Martín

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