sábado, abril 27, 2024
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Susana Fortes: «Robert Capa era un superviviente nato con un don en la mirada»

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Hace apenas dos años, aparecía en México una maleta con material fotográfico perdido desde hacía décadas, un descubrimiento del que se hizo eco toda la prensa. La maleta, repleta de imágenes de la Guerra Civil española, contenía el testimonio directo del trabajo de los pioneros del periodismo gráfico de guerra: Robert Capa, David Seymour y Gerda Taro. A miles de kilómetros de allí, en España, la escritora Susana Fortes (Pontevedra, 1959), gran experta en la vida de la pareja de fotógrafos formada por Capa y Taro, quedaba impresionada ante la única instantánea ajena a la violencia de la guerra: en una estrecha cama aparece una mujer pequeña, rubia, de pelo corto, que duerme tranquilamente enfundada en un pijama de hombre. Era Gerda Taro y la foto la había hecho Robert Capa.

Fortes llevaba años dándole vueltas a la idea de escribir la historia de esa relación, la historia de dos fotógrafos que se crearon a sí mismos y que fotografiaron la España de la contienda civil. Pero las historias «surgen cuando tienen que surgir, afirma a ESTRELLA DIGITAL la escritora, y así, dos años después de la difusión de esa imagen, Esperando a Robert Capa (Planeta) ve la luz en forma de novela.

«Las buenas novelas casi nunca se inventan»

«Las buenas novelas casi nunca se inventan, siempre tratan de algo que estaba ahí, esperando el chispazo adecuado, considera Fortes, coleccionista de libros y catálogos sobre el fotógrafo húngaro, quien confiesa que ese «chispazo» lo tuvo al ver la foto de Gerda Taro durmiendo con el pijama de Capa. «Aquí hay una novela, me dije al ver esa imagen tan tierna y sugestiva, explica la autora, que tiene muy claro que «antes o después, Capa iba a caer en forma de libro».

Con los ‘deberes’ sobre Capa hechos, Fortes ha basado el punto fuerte de la documentación de la novela en la figura de la alemana Gerta Pohorylle, una judía «testaruda, vitalista y con las ideas muy claras» que en 1935 llega a París huyendo del nazismo. En la Ciudad de la Luz, donde todo es un hervidero de ideas repleto de refugiados y de hombres idealistas, conocerá a André Fiedmann, un joven judío húngaro sin un céntimo pero «tan guapo como un actor de cine». La química es casi instantánea, y Susana Fortes, como una cronista más, asiste al nacimiento de la «marca Capa» y lo traslada a las páginas de la novela.

«Como la competencia entre los fotógrafos era tan grande en esos años y el dinero escaseaba, Gerta, que era muy lista, se inventa una nueva identidad para ambos: él sería Robert Capa, un exitoso fotógrafo americano, rico, famoso y con talento. Ella, gran admiradora de la actriz Greta Garbo, toma la sonoridad de su nombre para convertirse en Gerda Taro, explica Fortes.

Hechos documentados

«La vida, la personalidad y la época en la que se conocieron Capa y Taro eran tan atractivas que era imposible no sentirse atraída por esta historia, confiesa la escritora e historiadora gallega, que ha documentado fielmente los más de dos años que pasaron juntos los fotógrafos y ha novelado los diálogos y el diario de ella porque, al fin y al cabo, «no quería escribir un ensayo». «He sido totalmente fiel a la imagen que he conseguido de ellos, y estoy absolutamente segura de que eran y pensaban así, explica mientras recuerda, entre risas, que los siente «como si los hubiera parido».

Efectivamente, tal y como si los hubiera conocido, la escritora no duda ni un segundo a la hora de describir a un muchacho que con 17 años es detenido en una manifestación en contra del dictador húngaro; tras una paliza, su madre le saca de la comisaría y, con apenas un par de mudas, lo mete en un tren. «No volvió a tener ni hogar ni domicilio fijo, continúa Fortes, mientras explica que Capa vivió su vida de país en país, de hotel en hotel y de guerra en guerra. «Era un superviviente nato y tenía un don en la mirada, veía la imagen venir y era valiente»; así define la escritora al fotoperiodista, un hombre que consideraba que el corresponsal de guerra era como un jugador que en cada contienda apostaba su vida. Capa, era, además, divertido, extrovertido, seductor y «un poco gallito»: «No es sólo cuestión de talento, hay que ser húngaro, decía el fotógrafo cuando, ya coronado por sus imágenes, le preguntaban sobre los motivos de su éxito.

Si Capa era un hombre valiente, Gerda Taro no se quedaba atrás. Fortes describe a esta atípica mujer como una persona fascinante, «alemana hasta la médula, disciplinada y «terca como una mula». Capa le transmitió todo lo que sabía sobre fotografía, pero ella le enseñó a buscarse la vida y le dio una identidad. La temprana muerte de Taro, arrollada por un tanque republicano al volver de la batalla de Brunete, partió el corazón del fotógrafo, que nunca volvió a ser el mismo.

Un amor truncado por la guerra

Susana Fortes, que considera que «España le debía un homenaje» a estos dos profesionales del periodismo, que arriesgaron su vida para difundir las imágenes de una guerra, opina que su relación fue «compleja, porque Taro era muy independiente y entre ellos había rivalidad profesional, aunque también mucho amor, un amor truncado por la guerra que, paradójicamente, les había unido.

«La grandeza de ellos es que se inventaron a sí mismos, crearon un personaje y vivieron la vida que habían elegido, de guerra en guerra, hasta que acabaron convertidos en leyenda, defiende la escritora, quien opina que si Gerda Taro no hubiera muerto tan joven se habría convertido en una profesional tan grande como el propio Capa. La leyenda Capa se convierte ahora en una historia que recupera, no sólo un amor, sino una crónica fiel de una época en la que Europa entera empezó a convulsionarse y la fotografía se convirtió en testigo del horror de la guerra.

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