sábado, abril 20, 2024
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¿Cuándo hablarán de España?

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A pesar de la crisis, algunos tenemos -aún- la suerte de poder acudir a trabajar cada mañana para así librarnos de la posibilidad de ver el espectáculo que, muy de vez en cuando, los políticos nos ofrecen en el escenario de las pesadillas que se llama Congreso de los Diputados. Lejos de los viejos alardes de los grandes oradores de nuestra Historia, cerca siempre de la vulgaridad más extrema, nuestros prebostes hablan mucho, dicen poco y rara vez atienden de manera directa a los problemas que realmente afectan a España.

Por ejemplo, el pasado miércoles José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se enfrentaron en su habitual cacareo de salón para retarse mutuamente: aquél a que éste presentara una moción de censura, éste a los amigos de aquél para que le quitasen de su cargo. Cualquiera diría que estos dos gallitos viven en otro país, en uno donde paro, déficit público y productividad sean los de un país con potencial para sobrevivir a corto o medio plazo.

Por si fuera poco, al día siguiente los medios de comunicación volvieron a analizar la actuación de los dos líderes para ver cuál había ganado -siempre a los puntos, que aquí no hay knockouts de tipo alguno- y cuáles serían las consecuencias electorales del presunto debate. Tiene narices la cosa, porque el encuentro en la Cámara Baja fue, a la postre, otro fuego de artificio para que nos olvidemos durante otro par de días de los enormes problemas que afectan a nuestro país y de los negros presagios que se ciernen sobre él, sobre todos nosotros.

Hace poco tiempo, en una tertulia, hablaban dos comentaristas políticos sobre la conveniencia de que Rajoy presentase una moción de censura para sacar a Zapatero de la Moncloa, puesto que los dos coincidían en que la labor del presidente estaba siendo nefasta para España. Si, como yo también pienso, realmente el actual Ejecutivo está siendo nocivo, incluso dañino, para la realidad española, ¿qué es eso de sopesar la calidad electorera de esta o aquella iniciativa? ¿No deberíamos ir directamente al grano para evitar que se siga haciendo tanto daño a nuestras economía y sociedad?

El gran problema subyacente es que en España pensamos que vivimos en un país civilizado, moderno, democrático, sin problemas estructurales. Damos por supuesto que las cosas no pueden irnos mal y por eso nos dedicamos a la cháchara barata que quizás venda periódicos pero que desde luego no analiza los auténticos problemas que podemos tener. No es tanto si Rajoy o Zapatero, si moción o no, si churras o merinas… lo esencial es fijarnos en nuestras grandes fallas y, lejos de cualquier zarandaja, dedicarnos a meter el dedo en la llaga hasta que alguien se ponga a trabajar, tomar medidas necesarias aunque incómodas e intente reflotar la nave española.

Porque, no lo olvidemos, España es un país que tiene un sistema supuestamente representativo que sin embargo es dominado de facto por dos partidos políticos y pico sin democracia interna, una justicia que vive en precario y a la vez gobernada por magistrados que sirven a esas mismas formaciones que constituyen la partitarquía, un gasto público disparatado que se ve exponencialmente aumentado por la presencia de diecisiete comunidades autónomas, un sistema educativo que fabrica borregos analfabetos y no ciudadanos, una estructura económica endeble y de mínima productividad, etc.

Entonces, ¿qué más da quién ganara el debate del miércoles, si ninguno de los dos posibles gobernantes de España van a decidirse a atajar los grandes problemas endémicos? Si nos ponemos a analizar dicho debate detenidamente, ninguno de ellos habló de estos graves asuntos con unas mínimas lucidez, sinceridad o profundidad. Cuando se trata de sus palabras, hay más ansia de poder que auténtica preocupación por España.

Y es España la que realmente se ve perjudicada por esta situación que se perpetuará hasta que por fin se rompa el juguete. Mientras sigan jugando a un ajedrez sin piezas ni reglas, mientras bailen sobre el ring sin darse puñetazos ni luchando contra los auténticos enemigos de la nación, no cambiará nada. Pero eso sí, muchos piensan que esto es una auténtica democracia, un sistema serio. ¿Y España? ¿Alguna vez se decidirán a hablar de ella con seriedad y actuar en consecuencia? [email protected]

Daniel Martín

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