sábado, abril 27, 2024
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Un té con Alicia

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Alicia se había quedado muy impresionada tras ver cómo el mundo se hacía trizas antes de regresar in extremis y de manera definitiva al País de las Maravillas. A pesar del terrible impacto, sabía dónde se encontraba el origen del desastre y que el desenlace al que estaba abocado su mundo era previsiblemente inevitable.

Ello le llevó a meditar sobre una cuestión: ¿qué tendrá el poder que cuando se tiene, por pequeño que sea, tantas veces corrompe? Pero se dio cuenta de que estaba formulando mal la pregunta y que, más bien, lo que se tenía que preguntar era: ¿qué tiene el ser humano que cuando tiene poder, por poco que sea, habitualmente lo utiliza en beneficio propio y en detrimento de los demás?

Pensar sobre estas cuestiones empezaba a forjar en ella la opinión de que el poder en sí mismo no es capaz de corromper ya que, al fin y al cabo, cualquier poder es una capacidad que tiene que tener alguien para poder ser ejercida, por ello, asumió que son las personas las que son corrompibles, pero no por el poder, sino por su propia naturaleza, esa que, por desgracia, adolece en tantos casos de una gran falta de ética y de valores.

Alicia sacó de su bolso su pequeño e inseparable diccionario y buscó dos palabras clave para entender mejor sus planteamientos.

Poder: facultad o capacidad de hacer algo. También, la fortaleza física o intelectual superior de un individuo frente a otro que le aventaja en una pelea física o una discusión.

Corrupción: abuso que se ejerce desde una situación privilegiada para obtener beneficios de carácter privado y que suele implicar prestaciones para las diferentes partes interesadas de manera fraudulenta.

Alicia guardó su diccionario. La verdad es que no había más que mirar a cualquier ámbito, incluso por pequeño o hasta absurdo que pareciera. Sin ir más lejos, recordaba, en su paso por el viejo mundo, una comunidad de vecinos en la que había vivido algún tiempo cuando era estudiante y estaba de alquiler. En ella, el gestor había manipulado las cuentas, a ciertos vecinos e incluso al portero para su propio beneficio. Si esto ocurría a ese nivel, ¿cómo no iba a suceder en esferas superiores?

Además, en aquella época había escuchado tantas noticias sobre corrupción y poder, que veía ambas palabras tan parejas que hasta le parecían sinónimas. Sin embargo, ahora estaba viendo que no era una cuestión inherente al poder, sino que la naturaleza humana estaba previamente corrompida, y que la corrupción estaba incrustada en el poder porque previamente formaba parte de la mayoría de las personas.

Alicia le dio un sorbo a su té con la mirada distraída, no estaba haciendo caso de la trivial conversación de los asistentes habituales al té de la tarde. Entonces, centró su atención en el sombrerero, estaba disertando alegremente y con unos exagerados aspavientos sobre la polinización de las amapolas. Alicia le interrumpió de forma abrupta.

—¿Sabéis una cosa? Hay cuestiones que tienen tanta entidad que podrían dar para mucho. Porque al igual que en las escuelas se estudia historia del arte, por ejemplo, también se podría estudiar la historia de la corrupción, local, nacional e internacional. Pero claro, documentar tantos rincones oscuros sería realmente complicado.

Todos miraban a Alicia con asombro, quien siguió con su insólito discurso sin que ninguno de ellos entendiera nada de lo que decía.

 —Imagino que, a nivel académico, la corrupción habrá tenido que ser motivo de estudio, por su interés y por su clara repercusión en la economía de un país. Además, como sucede en cualquier ámbito, nos podemos mover en cualquier nivel, como la corrupción de ciertos partidos políticos y cómo este lamentable hecho ha favorecido su evolución y crecimiento.

Alicia, de repente, se quedó callada, se dio cuenta de que nadie la entendía y que tampoco tenía mucho sentido plantearse todas esas cuestiones cuando el mundo ya se había ido irremediablemente al carajo.

Entonces, sonrió y se dirigió al sombrerero, al que el mercurio utilizado en la fabricación de sus sombreros le había pasado una cruel pero divertida factura.

—¿Qué decías sobre la polinización de las amapolas, querido amigo?

El sombrerero sonrió abiertamente muy complacido por su renovado interés y retomó el tema con tanto entusiasmo y floritura que hizo la delicia de todos los asistentes.

SagrarioG
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