sábado, abril 27, 2024
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¿Por qué yo no?

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La actualidad me impone escribir sobre el conflicto catalán, pero hoy no quiero. Y no voy a contarles más sobre Puigdemont y su locura independista. Ni sobre Sánchez o Rajoy. Les plantearé que por encima de este sinsentido que padecemos en España existen casos y cosas mucho más relevantes, definitivas, de las que sí es necesario prestar la máxima atención. Por encima pues del ombligo secesionista o de aquellos que quieren imponer su ley, sobresalen las experiencias vitales de gran peso específico, de los que padecen, por ejemplo, las desigualdades, las guerras, el maltrato o las enfermedades letales.

Les voy a contar la historia de un ciudadano catalán de 49 años, Toni García. Anty, como le conocen su familia y sus amigos, lleva desde 2014 luchando contra una terrible enfermedad degenerativa: la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), que destruye día a día su cuerpo, su movilidad, pero no sus ilusiones. Él está ahí, muy por encima de la política barata, del debate irracional y de los conflictos territoriales impuestos, demostrando que lo imprescindible no es lo importante, ni lo urgente, ni mucho menos. Porque lo más liviano, como un gesto mínimo, una sonrisa cómplice, una bocanada de aire o una cerveza a tiempo es lo que vale.

Toni es un conocido futbolista español de Ciudad Badía, hoy Badía del Vallés, que jugó, y muy bien, en el glorioso Barcelona de Pep Guardiola, Amor, Vilanova o Sergi López de la mano de Carles Rexach; sus colegas de campo. La enfermedad maldita lo retiró a destiempo, pero no ha dejado de luchar, de competir. Un luchador nato en tiempos superficiales que ahora sonríe porque sí, sin tener en cuenta por qué, ni para qué.

“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”. Anty es uno de los imprescindibles de Brecht que instruye por y para la vida regalando su esfuerzo para vencer y convencer. Anty es un ser humano en potencia, superlativo, que juega permanentemente la final de la Copa del Mundo sudando la camiseta.

Lo conocí en Madrid, en el Café Magerit de la Plaza Mayor, durante la presentación de su libro autobiográfico “Míster: ¿por qué yo no?, una muy recomendable lectura. Y me enamoré definitivamente de su fuerza, porque sentí en mis carnes la debilidad y el vacío vergonzoso del que se preocupa por todo aquello que no es nada. Porque detecté en él, en su mujer y en su madre, la esencia de los minutos aprovechados al cien por cien. Porque descubrí (y en estos momentos de crisis lo entiendo más que nunca) que nadie pertenece a nadie, a nada, ni a ningún lugar, y que la vitalidad y la ilusión no depende de la enfermedad ni del entorno. Solo depende de uno mismo.

Como Anty hay muchos otros españoles y no españoles que afrontan el resultado desde el presente más demoledor, viviendo desde el terreno de juego el tiempo de descuento como si no hubiera otro. Anty no decide sobre su cuerpo, que se debilita poco a poco, pero sí sobre su mente. Y ha elegido darnos el mejor ejemplo de esfuerzo y persistencia desde el lado mágico de la fuerza (les recomiendo que busquen el reportaje del mismo nombre en YouTube). Desde esta columna me siento orgulloso de conocer a Anty porque así, como es él, yo también me pregunto: ¿por qué yo no?

Fernando Arnaiz

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