viernes, abril 26, 2024
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ETA no se arrepiente

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Aquí no se arrepiente nadie de nada. Los etarras y comparsas no abandonan las armas por compasión. No existe el arrepentimiento ni el pedir perdón en nuestro código genético. En eso son de lo mas españoles. ETA escenifica ahora su fin con un paripé, no porque se haya arrepentido de haber asesinado a más de 900 personas y dejar con secuelas físicas y psicológicas a miles. No es eso. Es porque, duros de mollera, obtusos y sin piedad alguna, se han dado cuenta de que así ni iban a conseguir la independencia ni provocar un golpe de estado. Miles de víctimas y años de dolor después, han caído en la cuenta. Han echado cuentas y no les salen.

Y los presos ¿por qué hay que soltarlos o acercarlos o ser suaves si ellos siguen tan orgullosos de sus asesinatos? Podemos ser generosos pero no imbéciles.

En mi trabajo llegué a conocer algún preso de ETA. Recuerdo uno que decía, con cierta chulería, pero no muy contento de que le hubieran caído muchos años, que se «había hecho tres fiambres». Un cartero, un carpintero y un jubilado del Estado, tres «grandes representantes» del imperialismo y opresión españoles, como se ve.

Como Chacal, Carlos, siguen orgullosos de su «guerra de liberación». Han perdido la guerra, pero no los «ideales».

La izquierda tradicional nunca entendió el terrorismo de ETA. No era lucha de clases, no era guerra de liberación, no encajaba en los manuales del marxismo de andar por casa, mal entendido y pero digerido, del PSOE ni en la mentalidad de la progresía de salón de Madrid que veraneaba en el norte. Que asesinasen guardias civiles o militares les daba bastante igual. Sólo un periférico como Ernest Lluch supo captar perfectamente cuál era el pecado original de la izquierda respecto al terrorismo etarra. Y pagó por ello.

Los únicos que lo entendieron claramente fueron los viejos comunistas vascos, que los había. Ellos denunciaron desde el principio el carácter pequeño burgués, radical y aventurerista de los etarras, su mezcla explosiva de carlismo, casullas y pseudomarxismo. Pero no fueron tenidos en cuenta, aunque ellos eran uno de los objetivos a destruir, es decir, a asesinar, por la banda.

Ya comprobaremos cómo ahora salen nuevos salvadores y redentores que proclaman la necesidad de perdonar a estos «idealistas», como ya han hecho unos nuevos politiquillos con los que apalearon a los guardias civiles en Alsasua, esos linchadores que los podemitas consideran víctimas. A este paso declararán a los presos de ETA que cometieron horribles delitos de sangre, puras víctimas.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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