viernes, mayo 3, 2024
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Brexit insensato

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El trágico asesinato de la parlamentaria laborista Jo Cox; las batallas navales en el Támesis entre partidarios de mantenerse en la Unión Europea o de abandonarla; los presupuestos catastróficos y de emergencia (para asustar) del gobierno londinense si prevalece el Brexit; y el viaje de Cameron a Gibraltar para predicar a convencidos subrayan el desconcierto británico sobre su futuro.

El Reino Unido es un país admirablemente democrático, pero hay temas demasiado importantes y con graves repercusiones para otros países como para dejarlos al albur de un referéndum. Quizás debiera Cameron marcharse, aunque gane este referéndum por montar semejante lio que, en todo caso, dificulta la vida a sus socios europeos. De Gaulle no quiso al RU en la UE y si los británicos están en ella ahora es porque se empeñaron. Albión es caprichosa.

Solo desean de verdad abandonar la UE en Inglaterra. En Escocia, Gales e Irlanda del Norte son más favorables a la permanencia como lo son también los gibraltareños, que son parientes nuestros del sur. El voto decisivo, por el peso de su población en el marco británico, está en la vieja Inglaterra, la que unificó políticamente y con sus ejércitos un reino del que se escapó no hace tanto tiempo Irlanda, la del Sur, la muy católica, aunque ya no tanto, donde permanece el sueño de la unificación política de toda la isla. Una salida británica de la UE llevará agua al molino de los irlandeses que desean una sola Irlanda y al de los escoceses que quieran reincidir en su independencia.

Los ingleses sólo han tenido dos reinas españolas. Ambas apoyaron a su rey y señor, aunque Catalina de Aragón tuvo que centrarse más bien en proclamar la legitimidad e indisolubilidad de su matrimonio católico sin perjuicio del repudio anglicano de su esposo Enrique VIII. En cambio, su predecesora, menos conocida, Leonor de Castilla, casada en el siglo XIII con Eduardo I, apodado el “Martillo de los escoceses» por su empeño guerrero en someterles, no solo le acompañaba en sus expediciones militares al norte del Muro de Adriano, sino que falleció de una infección camino de una de ellas.

Ningún socio europeo desea que el RU abandone la UE. Hasta los EEUU han advertido de sus efectos negativos para Londres. El hijo exitoso avisa a la madre. En cambio, en el Kremlin, Putin, tan religiosamente ortodoxo él en esta etapa imperial de la Santa Rusia de casi siempre, sin comunismo, se alegrará del debilitamiento de esa UE que le tocó democráticamente las narices con Ucrania forzándole, según su particular interpretación, a dividirla por las armas y a merendarse ilegalmente Crimea.

Los ingleses nunca se han sentido confortables en el seno de la UE. Durante siglos sus intereses para sobrevivir o prevalecer les han aconsejado un continente dividido. Esta experiencia de la UE, el actual Imperio continental, les deja un regusto agridulce. Por una parte, pueden controlarlo por dentro como cualquier virus troyano. Por otro lado, les incomoda Bruselas por eso de cederle soberanía cuando en realidad es ponerla en común con los demás socios.

Los sondeos vaticinan un Brexit por poco margen. Todavía queda, pues, la esperanza de la permanencia. Muchos ingleses piensan que para su economía puede ser mejor quedarse pero que podrán sobrevivir muy bien fuera de la UE. Con esta ambigüedad suicida todo es posible, pero las cuestiones de la inmigración ilegal y de los refugiados en Europa abonan los argumentos de los separatistas.

La UE debe responder inmediatamente si prevalece el Brexit. Hay que atenuar los efectos negativos para la Unión y sus países miembros. A ello respondería una reunión convocada para el 24 de junio de los Presidentes del Consejo Europeo y de la Comisión, la Presidencia de turno de la UE y el Presidente del Banco Central Europeo. Este enunciado revela ya la excesiva complejidad de la UE. Por eso se deben simplificar sus mecanismos, resolver el déficit democrático de las Instituciones europeas y conseguir una mayor integración, al menos entre países como Alemania, Francia, Italia, los del Benelux, España y Portugal.

En tiempos de crisis hay que dar pasos valientes hacia adelante. España debe, asimismo, considerar como contrarrestar los efectos negativos del abandono europeo del RU para los numerosos turistas y residentes británicos en España.

El Brexit sería económicamente negativo para los gibraltareños sin perjuicio de que políticamente Londres les seguirá amparando. Ese es uno de los mensajes del innecesario viaje imperialista de Cameron al Peñón. España no debe reaccionar a lo Margallo destruyendo puentes con los llanitos. Al contrario, debe reforzar siempre sus vínculos con el Peñón y mostrar una cara educada y amable sin perjuicio de exigir el respeto a la ley y a los acuerdos internacionales. Gibraltar nunca será español sin la voluntad gibraltareña.

Carlos Miranda

Embajador de España

Carlos Miranda

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