viernes, abril 26, 2024
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La florero, el revienta-mítines y el pasmarote

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Cuando en un partido de fútbol en lo que menos te fijas es en lo que ocurre en el terreno de juego, la cosa va mal. En el tan esperado debate electoral pasó algo parecido, que, después de escuchar lo de siempre a los cuatro candidatos (parecía uno más de sus mítines), la audiencia terminó centrándose en el equipo arbitral, en el ambiente, y hasta en la realización televisiva.

El primero no estuvo esta vez formado por un colegiado y sus dos asistentes sino directamente por tres trencillas, por mucho que Piqueras no se pueda hacer ya ni media coleta. Sin duda que, a diferencia de lo que pretende un colegiado durante los 90 minutos, no pasaron desapercibidos, por mucho que con la primera intervención de los políticos parecía que estaban allí puestos por el ayuntamiento, para que vigilaran que no se destrozaba nada en el Palacio de Congresos. 

Ana Blanco, mucho más seca que lo que ya es de por sí en su telediario, fue la única que no cambió desde el principio hasta el final. Por mucho que la dejaran hacer las presentaciones, por aquello de las mujeres primero, ejerció de mujer florero desde el minuto uno hasta el último. 

Nada que ver con Vicente Vallés, al que al comienzo, con su cara de niño bueno, sólo le faltaba el traje de comunión de marinerito, y que se fue creciendo de manera paulatina hasta casi convertirse en el clásico revienta-mítines, aunque sin lanzamiento de tomates, lechugas ni objeto alguno al interviniente.

Sus momentos estelares fueron en sus ataques, como el que no quiere la cosa, a Mariano Rajoy (con Iglesias, por ejemplo, no se atrevió), al que llegó a tocarle las narices cuando le dijo «usted ha dicho que no va a recortar nada si sigue siendo presidente. Es lo mismo que prometió hace cuatro años y medio». 

El candidato 'popular', al que le empezó a temblar el ojo al estilo del inspector de Clousseau en la saga de 'La pantera rosa', le respondió tembloroso: «Yo hace cuatro años y medio, ¿qué prometí? ¿que no iba a recortar, qué?».

Si Vallés fuera trabajador de TVE, o de Telemadrid, a estas horas estaría en la cola del paro buscándose otro trabajo. Aunque sin duda fue el mejor de los tres moderadores, más que de Antena 3 parecía formar parte del equipo de La Sexta, con órdenes precisas de García Ferreras para poner nervioso al todavía presidente del Gobierno.

Claro que para nervios templados los de Piqueras. Si se hubieran medido los tiempos de intervención de los presentadores, como se hizo con los políticos, el de Telecinco hubiera sido el gran derrotado. No le dejaron casi hablar, aunque, viendo sus intervenciones, con equivocaciones constantes, una no sabe si le hicieron un favor con su menor protagonismo, «bien, me hubiera gustado preguntarles…». 

Sin sucesos de por medio (sólo pudo explayarse con lo del terrorismo internacional), Pedro se quedó muy lejos de ser ese líder informativo que venden en su cadena, leyendo sus preguntas de un folio, y con una indecisión impropia de su experiencia, que hizo que todo el mundo pasara de él (menos mal que al menos en eso sí se dio cuenta y lamentó que cada vez que tenía que intervenir le dieran la palabra a uno de los políticos para una réplica) y que las redes sociales le convirtieran en 'trending topic', y no precisamente porque hablaran bien de él. 

Tampoco pasará a la historia de la televisión la realización de un debate que empezó con casi diez minutos de retraso sin que nadie justificara el por qué. Navarrete bien haría en dejar paso a los jóvenes después de esta última exhibición.

El desvarío duró de principio a fin. Comenzó con la presentación de los candidatos, a los que se enfocaba cuando ya se estaba hablando de otro. Bueno, en el caso de Pedro Sánchez fue peor, ya que ni tan siquiera mostraron su rostro, saltando de Rajoy a Rivera, y con el citado retardo. 

Después más de lo mismo, mala colocación de las cámaras, lo que hacía que hubiera que improvisar planos para las interpelaciones, abuso de planos generales, fallos de sonido (se oía hasta cuando rozaban los micros con las camisas), y hasta desgracias habituales en un directo que propiciaron que la caída de un foco pareciese el comienzo del tiroteo de otro loco. Menos mal que estaba allí Piqueras para acaparar el resto de focos. Si no es por él…

La mosca

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