Cuando estoy escribiendo estas lineas de este artículo, todavía continúan abiertas operaciones policiales en Bruselas y otros lugares de Europa. En estos operativos se está recabando información y se están deteniendo a individuos relacionados con los salvajes atentados de la semana pasada en el aeropuerto belga de Zaventem y la estación bruselense de metro de Maalbeek, en pleno corazón del barrio de las Instituciones de la Unión Europea.
Bélgica ha sufrido el peor ataque terrorista desde la Segunda Guerra Mundial, y la carnicería registrada con esos ataques terroristas islamistas sumergió a una conmocionada ciudad de Bruselas en un profundo caos. Las horas y días después de los atentados seguía siendo una ratonera para muchos ciudadadanos preparados para disfrutar de sus vacaciones de Semana Santa, que no sabían como podían salir o entrar en la capital belga que había quedado ensangrentada por esos malnacidos.
Me tocó vivir esos atentados, como a la mayoría de mis colegas en el Parlamento Europeo de la capital europea, y puedo asegurar que Bruselas a las pocas horas después del atentado entró en un estado de shock. Había más periodistas que ciudadanos andando por las aceras de la ciudad, donde desaparecieron por arte de magia la mayoría de los coches, donde los autobuses hicieron bajar a todos los viajeros y se metieron en las cocheras, y donde el ejército belga comenzó a acordonar varios edificios emblemáticos de la ciudad. Se cortaban las calles haciendo de la ciudad para los pocos vehículos que circulaban un laberinto endiablado para poder desplazarte de una parte a otra de la ciudad.
Escucho estos días a muchos analistas decir que los atentados terroristas en Bruselas estaban cantados tras conocer que los atentados de París, según todos los indicios que se tienen por el momento, se prepararon en Bruselas. Así como algunos también hablan de que esto ha sido una reacción a la detención de uno de los responsables de la matanza de París pocas horas antes de las explosiones suicidas.
Y la verdad es que podremos hacer muchas cábalas, comentarios, diagnósticos o análisis, pero la realidad es la que es, y esa realidad nos indica que una organización islamista llamada DAESH, está en guerra contra Occidente, contra los valores, la cultura, la educación, las libertades y todos los derechos humanos que representan la civilización occidental. Y que como nos consideran infieles están dispuestos a someternos en nombre de Alá a base de las mayores salvajadas que puedan infringirnos el mayor dolor y daño, además de que intentarán socializar el miedo que conllevan entre la población de cualquier parte del mundo sus atentados, y que además ese pavor se extienda a todos los rincones de los paises occidentales.
Como nos consideran infieles están dispuestos a someternos en nombre de Alá a base de las mayores salvajadas
Desgraciadamente los terroristas islamistas juegan con una baza que les hace ser diferentes de otros fanáticos terroristas. Ellos no están dispuestos a inmolarse y en sus cobardes atentados siempre buscan la manera de huir, en cambio entre los islamistas, su fundamentalismo y su lavado de cerebro les lleva a cometer esos atentados sin miedo a perder la vida, ya que para los criminales islamistas, matar y morir por sus erróneas creencias les concede el premio de ser recibidos por Alá en el paraíso con todas las prebendas inimaginables para ellos por sus crueles «hazañas».
En los momentos después del atentado predije en un medio de comunicación que me entrevistó que se abriría un debate en Bélgica, y en todo el mundo, sobre los sistemas de seguridad e información belgas, y no me confundí. Tendremos tiempo de analizarlo en otros artículos, pero lo cierto y terrible es que en determinados barrios de Bruselas como Moolenbeek u otros se han creado entre una parte de su población horrorosos guetos de radicales islamistas que están dispuestos a dar cobertura a los asesinos de sus compatriotas, y por lo que el DAESH ha hecho de esos barrios su sede criminal para atentar por toda Europa.
Carlos Iturgaiz