sábado, abril 27, 2024
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Apoteosis de lo banal

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La sensación es muy fuerte. La notan los madridistas en cada lugar del mundo. Hay un cristal, hay una separación, hay una transparencia. El espectador mira y el Madrid está al otro lado. Es un escaparate y las figuras coreografían su intimidad sobre el césped. Es el espíritu de Cristiano y seguirá ahí, glamouroso pero no evocador, hasta que se marche. No hay tragedia ni esperpento. Hay una sensación de vacío parecida a la que deja la telerrealidad cuando se no se mira fijamente. Fueron cuatro goles como cuatro soles, tirando a feos, de señor que se les sabe todas rebañando el plato y que no sirvieron para nada. El partido ya lo había ganado Karim, que ha ascendido a la categoría de hombre desde que la ley le ha echado el lazo.

Según la teoría general, el Madrid y su ahijado el balompié, nacen de una confabulación para evitar hablar de los asuntos importantes. Preguntando al intelectual sobre cuáles son los asuntos importantes, deja caer que la verdad está en las pequeñas cosas de la vida (no hace falta colonizar un continente para ser feliz, vaya). Encontrarse en el bar con los amigos, pasar unas horas con el hijo, hacer un regalo a un ser querido, concentrar la mente en algún asunto trivial que haga desaparecer las preocupaciones del día a día.

La política conviene no tocarla, pues es un tema muy directo que puede romper las frágiles alianzas del mundo adulto

El intelectual es un hombre sencillo y se ufana de ello. Se da la vuelta, carraspea, y desaparece transparentándose en la masa. Al ser querido se le regala una camiseta de Cristiano (la que se pondrá para adorar a Onán ante el ordenador). Los mejores momentos con el hijo serán aquellos que pasemos viendo a nuestro equipo del alma, con el chaval en vilo vigilando nuestras reacciones. Y en el bar, con los amigos, la conversación, toda la conversación girará en torno al madrid. Apagado el fuego de la juventud, la música y su latido tribal está fuera de foco, queda el trabajo, la política y el fútbol. La masculinidad requiere dosis de análisis minucioso de algún objeto impersonal. Y es necesario un cierto silencio alrededor. Imposible en los bares. La política conviene no tocarla, pues es un tema muy directo que puede romper las frágiles alianzas del mundo adulto. Sólo queda el Madrid, último reducto de la felicidad anormal. La única posible.

Vale la pena revolotear sobre las cuestiones del equipo, mezclarlas hasta el final con el papel de lija con lo que se envuelve todo en España

Incluso este Madrid frío y tenaz. Este Madrid de estética manierista o maquinaria pesada, estilo indescifrable y una estrella que ya pasó al otro lado de la pantalla. Incluso así, vale la pena revolotear sobre las cuestiones del equipo, mezclarlas hasta el final con el papel de lija con lo que se envuelve todo en España, poner en sus puntos ciegos la ansiedad de todas las mañanas. En el partido contra el Getafe se adivinó un interior que ignorábamos. El que parecía cerrado en el tercer partido de la temporada. El discurso suave y aparentemente profundo del segundo Anchelottismo. Un 433 para conquistar un imperio de hojalata. Kroos como vórtice, y esa es la idea, ya que al alemán le favorece ser un elemento de la geometría. James de interior quieto,diseñando bóvedas con su zurda y Modric ordenando mientras se desordena el rival. El Getafe es un río de jueguete y no cuenta. El madridismo es una vieja agarrada a un rosario y esas batallas las pasa bisbisando por debajo, sin ni siquiera mirar al campo.

Pasaron los días y llegaba el Malmoe. Suecos neutros sin ninguna pinta especial. Enseñados en una sociedad sin clases, llegan fascinados al origen del imperio. Un estadio jerárquico como el Bernabéu les resulta un acantilado inaccesible. Comenzó el juego y el Madrid ya había puesto el balón en la zona del daño sin ninguna instrucción específica. Sólo estornudó ligeramente. No había malicia ni tensión, los suecos era limpios y accesibles desde cualquier lugar. Quizás esa sea la clave de la socialdemocracia. Una sociedad domesticada y traslúcida donde no hay nada que ocultar.

No hay rastros de ese repliegue y transición que Benítez ensayó hace tiempo. Quizás se haya dado cuenta que a este equipo le cuesta presionar porque sus piezas están hechas para otros cantares, defiende mal en posicional y convierte los contraataques en estampidas ciegas por razones insondables. De esa manera, sólo queda tener el balón y al perderlo, disponer a los jugadores en sitios estratégicos para dificultar la transición enemiga. Lo de Anchelotti. Para que el juego fluya hay una clave: el movimiento sin fin de Cristiano, y es algo que los dos últimos partidos se ha dado. En el del Getafe sólo duró un tiempo, ayer fueron noventa minutos. Mejora de físico o de ánimo, no se sabe. El primer gol llegó con una caída a banda y un pase tenso y al lío, allí donde estaba Isco, más falso nueve que nunca y cuyo remate se lo sacó un jugador bajo palos. Karim ya no se insinúa en la mediapunta y ha aprendido a vivir en el área, quizás su desgracia personal le haya afilado el instinto de supervivencia. Remató de primeras y celebró el gol como una persona normal.

Los jugadores estaban muy cerca de la pelota, algo raro en este equipo y Kovasic como interior le daba al cuadro un tono espasmódico. Juega cogiéndose las mangas, un rasgo infantil que denota una carencia lejana y ganas de romper con la escena en un golpe de furia. A veces lo consigue, aunque como todo en el Real, hay que esperar a la fecha señalada para comprobar si esa extrañeza es genial o intrascendente. Se intentan paredes por el centro que sólo funcionan en los cómics y en el barsa. Cristiano devuelve la cordura a la jugada yéndose al extremo y centra con la facilidad de un entrenamiento. Benzemá vuela hacia atrás y clava el balón en la portería de una forma seca, inapelable. Ya no se le van los remates por una cuarta, ha cazado el olfato cuando oía llegar los perros.

Isco se ha olvidado de sus pasos en el área y recorta como medio y como fin. Intenta entrar por donde no es, conoce el sitio donde debe estar pero no las mañas, que las tuvo y las ha perdido. Cristiano mejora hacia fuera y se vuelve vulgar hacia dentro. Lo contrario de lo que decían. Su artrosis progresiva se nota en su dificultad para armar el empeine donde no hay tiempo ni espacio. Llegó su tijereta, una suerte que ronaldo lleva trabajando desde la infancia y ya podemos decir que como los grandes cineastas, esculpe en el tiempo. A Ronaldo no le interesa contactar con el balón. Es el puro gesto condensado, estilizado, ansia de eternidad que siempre acaba en el ridículo.

James desde su esquinita de interior izquierda, comanda con sus pases que siempre llegan un poco más allá. Está un poco triste, tan quieto, con Benítez soplándole instrucciones desde la banda. En cada equipo debe haber alguien que sacrifique lo mejor de su talento y parece que ese será el colombiano. Xabi Alonso, Mascherano y Gerrard fueron los medios con los que contó Benítez en el Liverpool. No hay nada parecido en el Madrid, ni nada que concatene los dos hemisferios de la forma en que se hacía en el equipo inglés.
 

Ronaldo marcó varios goles feos e inservibles, como siempre, pero duelen más ahora que está al final de su legislatura

El Real se recuesta ligeramente en el partido y comienza a deshacer las contras una tras otra. Siempre hay un detalle que no sale. El burrito de Isco rebuzna antes del tiempo o Cristiano le quita el compás a la jugada, o los demás no llegan y si llegan se cruzan un segundo después de lo debido. Llueve el gol de la manera más inesperada. Una falta lateral bien tirada por el portugués. Las faltas son las trescientas vírgenes que le ofrenda el equipo a su señor. Una pérdida lamentable de vidas inocentes. Llegó la segunda parte y el equipo no se dejó resbalar por la pared. Quizás sea el nuevo empuje de Cristiano o los jugadores han sellado el pacto de la vergüenza torera. Isco reinó en las zonas intermedias, en lo ambigüo, como suele desde que Anchelotti dejó su sello, y siguió con su barroco enfermizo en el área. Un recorte detrás de otro que siempre se queda en los márgenes del gol.

Ronaldo marcó varios goles feos e inservibles, como siempre, pero duelen más ahora que está al final de su legislatura. Rebotes y más rebotes en el área, desolada de suecos, que estaban en lugares pintorescos. La felicidad de volver a ver a Marcelo rompiendo por la mitad. Jesé marchitándose hacia dentro, todo él orgullo herido. Y una bisutería final de Karim. Regate instantáneo y remate con la naturalidad de un animal salvaje. O de un animal herido. No sabemos. Sería ese el mejor tono que podría alcanzar el madrid. Así dejaría un rastro para que sus fieles vuelvan a resituarse sobre él.

REAL MADRID 8; MALMOE, 0

Real Madrid: Casilla; Danilo, Pepe (Marcelo, m. 52), Nacho, Arbeloa; Kovacic (Cheryshev, m. 76), Casemiro; James (Jesé, m. 65), Isco, Cristiano; y Benzema. No utilizados: Yañez; Llorente, Lucas Vázquez y Kroos.

Malmoe: Wiland; Tinnerholm, Arnason, Carvalho, Yotun; Rakip, Lewicki, Adu, Sana (Mehmeti, m. 64); Berget y Djurdjic (Rodic, m. 46). No utilizados: Brorsson; Konate, Kroon, Eikrem y Andersson.
Goles:1-0. M. 12. Benzema. 2-0. M. 24. Benzema. 3-0. M. 39. Cristiano. 4-0. M. 47. Cristiano. 5-0. M. 49. Cristiano. 6-0. M. 59. Cristiano. 7-0. M. 70. Kovacic. 8-0. M. 74. Benzema.

Árbitro: Daniele Orsato (Italia).

Santiago Bernabéu: 65.000 espectadores.

Ángel del Riego

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