viernes, abril 26, 2024
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De Zapatero a Tsipras

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¿Se parece la tambaleante situación política del primer ministro griego, Alexis Tsipras, a la vivida en España por Rodríguez Zapatero en mayo de 2010? Solo en una cosa. Los dos se han visto abocados a hacer algo contrario a sus convicciones y a sus respectivos pactos con la ciudadanía.

A partir de ahí, todo lo demás es diferente. Mucho peor lo de Tsipras. No quiero decir que lo de Zapatero sea más disculpable. No lo fue, en tanto que tuvieron que ser otros quienes le avisaron de que estaba al borde de un abismo. No tuvo ojos para verlo por si mismo. Otros le avisaron y otros le dictaron lo que tenía que hacer. Se encontró sin alternativa a las exigencias de Bruselas (recortes inesperados en capítulos esenciales del Estado del Bienestar) y las aplicó, rompiendo el compromiso con sus votantes.

Rubalcaba acabó heredando la falta de credibilidad de su antecesor.

Pero sí tenía alternativa. La de haber dado un paso atrás para que los planes de austeridad los aplicara la derecha. O sea convocando elecciones. Y si las ganaba, alinearse con Bruselas, ya con apoyo popular y bajo nuevas condiciones pactadas en las urnas. No lo hizo. Actuó a la contra de sus militantes y sus votantes. Después de alargar innecesariamente la legislatura un año más, hasta noviembre de 2011, dejó el campo electoral inservible para el candidato Rubalcaba, que acabó heredando la falta de credibilidad de su antecesor.

Lo de Tsipras es bastante peor. En enero de 2015, cuando barrió en las elecciones, sabía perfectamente que Grecia estaba al borde del abismo, sin la alarma de terceros. Y también sabía cómo se las gastaba la troika. Asimismo, a diferencia del sucesor de Zapatero, Rubalcaba, que sí ofreció a los electores un programa alternativo a la austeridad germana, Tsipras fue a las elecciones con un «no» a las políticas de austeridad. A cara de perro, rotundo e innegociable, en nombre de la soberanía nacional y la dignidad del pueblo griego.

Tsipras ha preferido recoger las velas y ponerse a disposición de Bruselas. Para eso no hacía falta engañar a los griegos en las elecciones.

Aquello no servía para pagar las deudas contraídas en los dos rescates previos ni era el mejor aval para solicitar un tercero. No había en su programa un «sí» a una oferta alternativa que incluyera el fin del sufrimiento de los griegos y, a la vez, se atuviera a las reglas de juego del club del euro. Era de obligado cumplimiento asumir las obligaciones contraídas por gobiernos anteriores que, como el suyo, representaban a la soberanía nacional. Como Zapatero en 2010, Tsipras no pudo o no quiso elaborar esa alternativa, Porque no existe en esos términos. Lo único coherente con su relato de una Grecia víctima de los abusos de Bruselas es abandonar el club y volver a la autarquía. Pero no quiere. El abismo es demasiado negro.

Así que ha preferido recoger velas y ponerse a disposición de Bruselas. Para eso no hacía falta engañar a los griegos en las elecciones ni convocar ese reciente referéndum que no ha traído más que desgracias. Ahora el horizonte posible vuelve a ser el de unas nuevas elecciones generales. Pues para ese viaje no hacían falta alforjas.

Antonio Casado

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