sábado, abril 27, 2024
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Cambios y cambiazos

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“Todos prometen el cambio, pero ya empezó en 2011 y no hay que pararlo”. La frase la ha pronunciado Rajoy en una entrevista en La Razón el pasado fin de semana. Y aunque contiene alguna verdad, arrastra una mentira de fondo.

Es cierto que muchos prometen el cambio y que solo algunos lo logran, otros ni lo intentan y otros, directamente, dan gato por liebre vendiendo cambio mientras dan el cambiazo.

Cambio fue el construido por los gobiernos de Felipe González, hasta el punto que hicieron cierta la famosa predicción de Alfonso Guerra: “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Y tanto. La construcción del Estado del Bienestar es obra de esos gobiernos.

El sistema de sanidad pública, universal y gratuita –mejor dicho, pagada con el esfuerzo de todos vía presupuesto público– no existía antes de la Ley General de Sanidad obra de Ernest Lluch ni de la apuesta sin paliativos realizada por los sucesivos gobiernos socialistas.

El derecho a la educación y el sistema educativo público, con becas y ayudas al estudio para garantizar la igualdad de acceso al mismo, nace igualmente de la Ley Orgánica del Derecho a la Educación y del impulso de los gobiernos socialistas, que elevaron la inversión educativa a su techo histórico.

Igualmente, a aquellos gobiernos socialistas se debe la implantación del sistema público de pensiones, un sistema que, por cierto, provocó una huelga en 1985 por la incomprensión de muchos que ahora lo reivindican. Cómo han cambiado los tiempos.

Cambio fue, igualmente, el construido por los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero. No solo porque elevaran la inversión en sanidad y educación a sus techos históricos, porque incrementaran el poder adquisitivo de las pensiones 20 puntos y dejaran la hucha con de 67.000 millones de euros, o porque acometieran una profunda modernización de las infraestructuras del país, al igual que los gobiernos de González, hasta convertirlo en uno de los más avanzados de Europa. También por su apuesta por un cambio de modelo productivo que tuvo en su apuesta por la innovación –duplicando el presupuesto destinado a I+D+i– un eje troncal para ganar competitividad, luego quebrado por el Gobierno de Rajoy.

Junto a todo ello, los gobiernos de Zapatero impulsaron una profunda reforma de los derechos de ciudadanía crucial para impulsar la libertad y autonomía de los ciudadanos. Ahí está la ley de dependencia, la ley integral contra la violencia de género, la ley de igualdad, la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo, la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Leyes que han dejado una profunda huella en la apertura de la sociedad española y que, precisamente por ello, han sido duramente combatidas, cuando no laminadas, por el Partido Popular a su retorno al poder.

En ese balance común de los gobiernos socialistas de González y Zapatero se sitúa igualmente la ruptura del aislacionismo internacional español con la entrada en la Comunidad Económica Europea con el primero y la entrada en el G-20 con el segundo.

¿Y el Gobierno de Rajoy? Nadie negará que ha sido, desde luego, un gobierno de cambios pero, sobre todo, de cambiazos, porque se presentó a las elecciones prometiendo justo lo contrario de lo que pretendía hacer y de lo que ha acabado haciendo. Tanto en Moncloa, como en las distintas autonomías que ha venido gobernando.

Cambiazo es prometer no tocar la sanidad y echar a 22.000 médicos, recortar presupuestos y medicamentos, dejar sin cobertura a capas enteras de la sociedad, implantar copagos y repagos a mansalva y privatizar servicios.

Cambiazo es prometer no tocar la educación y echar a 20.000 profesores, recortar presupuestos, suprimir becas y ayudas al estudio, subir tasas universitarias y primar a la educación privada frente a la pública.

Cambiazo es prometer no tocar las pensiones y aprobar una reforma del sistema que consagra la pérdida de poder adquisitivo presente y futura de las mismas o prometer respetar la atención a la dependencia y laminar la ley, expulsando a miles de personas del sistema.

Cambiazo es prometer bajar los impuestos y acabar subiéndolos todos, más de cincuenta, elevando la presión fiscal a máximos históricos y asfixiando a ciudadanos y empresarios.

Y cambiazo es prometer acabar con el desempleo haciéndose la foto frente a la cola del paro y aprobar una reforma laboral que consagra la pérdida de derechos laborales, la desprotección, la precariedad y la destrucción de 700.000 empleos. Aunque en esto hay quien incluso le supera, como Alberto Núñez Feijóo, que prometió acabar con el paro en 14 días y, 2.236 días después, ha convertido a Galicia en la comunidad líder en destrucción de empleo. Desde luego, todo un alumno aventajado.

Si este cambiazo es el cambio que propugna Rajoy no solo hay que pararlo, hay que darle marcha atrás.

P.D.: De los gobiernos de Aznar mejor ni hablamos. La suerte de quien fuera el cerebro de su milagro económico da la medida de los mismos.

José Blanco

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