Cierta corriente de opinión descalifica el comportamiento de los cuatro partidos políticos que (todos menos el PSOE) niegan el «derecho» de Susana Díaz a formar gobierno y normalizar la vida política en esta Comunidad Autónoma. Me parece un exceso. O, en el peor de los casos, una visión parcial, por no decir partidista, de los acontecimientos que están retrasando por motivos tácticos la investidura de la presidenta de la Junta.
Entre otras cosas, porque también se podrían invertir la carga de la prueba y proyectarla sobre la propia dirigente socialista y su incapacidad para convencer a otros, que también están en su «derecho» de rechazar el programa expuesto por la aspirante. No hace falta. Basta con asumir que, por ser tácticas las razones del bloqueo, también son coyunturales.
En ningún caso esos partidos políticos pretenden llevar las cosas hasta el punto de desembocar en una nueva convocatoria electoral. Esperan a mejorar y ampliar su condición negociadora una vez que se repartan más cartas en las próximas elecciones municipales y autonómicas.
En resumen, no se trata de forzar unas nuevas elecciones sino de esperar al 24 de mayo antes de retratarse en el proceso de investidura en la Presidencia de la Junta, protagonizado por los socialistas, que fueron primera fuerza en las pasadas elecciones autonómicas de la región.
Así que, al menos desde el punto de vista legal, estamos dentro de plazo y, por tanto, es un exceso afirmar que los partidos que no ganaron las elecciones andaluzas le están negando a Susana Díaz el derecho a formar gobierno. Ese juicio sólo tendría sentido de haberse agotado el margen después de una enésima votación fallida por mayoría simple. Lo cual, si hago bien los cálculos, nos podría llevar incluso al el 5 de julio sin que nadie hasta entonces pueda decir que se está impidiendo el ejercicio del derecho a formar el gobierno de la Junta.
Por las mismas, tampoco es de recibo sostener que Susana Díaz tiene bien merecido lo que le está ocurriendo porque ella hizo lo mismo con Javier Arenas, al impedirle formar gobierno a pesar de haber sido el PP la fuerza política más votada hace cuatro años. Una cosa es señalar la falta de fuerza moral que tiene ahora Susana Díaz para acusar a nadie de tacticismo, porque tácticas fueron sus razones para adelantar unas elecciones que, como se ha visto, no han proporcionado de saque la estabilidad prometida, y otra muy distinta es comparar las dos situaciones. La diferencia está muy clara. En las anteriores elecciones autonómicas se propuso un gobierno alternativo de dos fuerzas no ganadoras de las elecciones (PSOE e IU), pero que juntas sumaban más que el PP. Mientras que aquí y ahora tenemos a cuatro partidos unidos solamente por el «no» a Susana Díaz pero incapaces de presentar un candidato alternativo apoyado en una mayoría superior a la que forman los 47 escaños obtenidos por los socialistas.
Antonio Casado