viernes, abril 26, 2024
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El enigma islámico

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La Primavera Árabe nos sorprendió mirando el televisor. No entendimos nada de la complejidad de las sociedades con mayoría musulmana. Los servicios secretos occidentales reaccionaron sin escrutar los daños colaterales: se trataba de sustituir la colaboración con la dictaduras árabes para acomodarse a la nueva situación. El resultado de la Primavera Árabe tenía que ser una nueva alianza con Occidente en el difícil equilibrio de Oriente Medio.

Bueno, todo había empezado antes en Irak y Afganistán. No perdamos la perspectiva de que Sadam Husein fue aliado de Estados Unidos desde la caída del Mohammad Reza Pahlevi. Y el apoyo a las guerrillas islamistas contra los soviéticos en Afganistán fue el huevo de la serpiente de Osama Bin Laden. Los Estados Unidos, desde su formación como imperio, aplicaron el mantra de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos. Convertir el islamismo radical en una fuerza islámica terrorista fue, en parte, mérito de la política norteamericana.

Irak sigue siendo un país en conflicto pero ahora se cuecen los iraquíes en el caldo que dejaron las fuerzas aliadas

Explotó Libia. Nadie se preguntó demasiado por el brutal linchamiento de Muamar el Gadafi. Quienes habían recibido caballos pura sangre como regalo del dictador libio consideraron amortizados sus servicios. Las petroleras se apresuraron a cambiar de nombre los contratos mientras los bombardeos al líder Libio acababan con la excéntrica dictadura del petróleo.

Ahora, a nadie le interesa los derechos humanos en Libia, el carácter democrático o no del régimen. No sabemos nada de lo que pasa en Trípoli ni en la dunas de sus desiertos. Solo que el petróleo sigue fluyendo.

Tampoco sabemos mucho de los rebeldes sirios. Estados Unidos y algún país más les cede armas ligeras para mantener la guerra en espera de una intervención mayor. Pero desconocemos quienes son los que mantienen esa guerra civil contra el régimen de Bashar al-Assad. Quizá esa sea la clave de esa guerra civil inacabable.

Se atacó Irak a pesar de que no había ni armas de destrucción masiva ni amenaza para Occidente. Irak sigue siendo un país en conflicto pero ahora se cuecen los iraquíes en el caldo que dejaron las fuerzas aliadas. ¿Se acuerdan de la frase de José María Aznar, mirando a cámara, prometiendo que existían armas de destrucción masiva en Irak?

Como la Primavera Árabe no funcionó en Egipto al gusto de Occidente, se promovió el golpe militar para volver a la situación anterior. Ahora ya está en libertad el dictador, amigo de Occidente, Hosni Mubarak. Volvemos a la casilla de salida.

España está demasiado cerca de este torbellino islámico y no tenemos talla ni recursos ni inteligencia para influir

Los yihadistas no necesitan pretextos ni justificaciones; pero sí argumentos para su propaganda y para las campañas de reclutamiento. El primer señuelo es la pobreza. La tecnología la pone Arabia Saudí, que subvenciona la subversión. Y la parte sólida de ese crisol lo facilitan situaciones como las de Siria y ahora Egipto. El mensaje es claro: el islamismo no tiene futuro en las fórmulas democráticas; cuando gana una elección se le suministra un golpe militar con sus añadidos de represión, torturas y detenciones arbitrarias y conducción de los islamistas a las catacumbas. Si yo perteneciera a la sociedad fundada por Osama Bin Laden, estaría feliz con la represión en Egipto. ¡Qué formidable marketing para el reclutamiento de terroristas suicidas!

Hace tiempo que Estados Unidos está desconcertado con los equilibrios mundiales. No reformula su papel internacional en un mundo que ya no es hegemónico. China observa en silencio, solo pendiente de su crecimiento económico y el abastecimiento de materias primas para alimentar la maquinaria de provisiones de sus ciudadanos. Equilibrar la pobreza y controlar el crecimiento. Después vendrá la influencia política. El tiempo, en China, tiene un calendario dilatado que Occidente no puede asimilar. Son tantos que no tienen prisa. España está demasiado cerca de este torbellino islámico y no tenemos talla ni recursos ni inteligencia para influir en este volcán. Pero estamos a tiro de goma 2 y nos puede caer el gordo de la lotería que nosotros mismos, todo Occidente, estamos engordando. Cualquier día nos van a dar un buen susto.

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Carlos Carnicero

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