sábado, abril 27, 2024
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Demolición de principios

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Estoy un poco desconcertado con la sociedad española. No se trata solo de la percepción de que la crisis y sus mecanismos injustos de afrontarla se están asentando. Sensación de aburrimiento, conformismo y desesperación sin explosión. Llega el verano. Agosto es bálsamo transitorio de todas las tragedias. No importa que mucha gente no pueda siquiera soñar unos días de descanso en otro entorno distinto del habitual. España se paraliza en agosto. Solo quedan las serpientes de verano a las que se agarran los periodistas de guardia para poder llenar la plantilla.

La diferencia entre lo privado y lo público legitima las más obscenas diferencias

Asistimos a una demolición controlada de principios. La insolidaridad se ha adueñado de las empresas. La solidaridad es una especie que parece en extinción. Los valores han abrazado el economicismo. Todo se mide en rentabilidad, pero no en rentabilidad social. Lo privado está exaltado hasta el anacronismo. Lo público se asocia al despilfarro. La diferencia entre lo privado y lo público legitima las más obscenas diferencias. Se construye una sociedad de castas. La marginación toma carta de naturaleza. Los intelectuales que pretenden tener compromiso están enterrados, también, por las cuentas de resultados.

El poder se asocia al dinero. La política se demoniza, sepultando la grandeza del compromiso con unas ideas y un proyecto para realizarlas. Los líderes políticos están tan disociados de la calle que solo tienen mirada para sus planes personales. Los militantes que siguen siéndolo, languidecen.

Solamente sucesos como ver a Luis Bárcenas entrar en prisión hacen que brille un atisbo de esperanza. ¿Son los jueces nuestra última esperanza? Tengo el pálpito, alguna intuición soportada en hechos de que algunos jueces van a mantener la ensoñación de que los delincuentes que han utilizado el poder político para robar la van a pagar. Si se consuman los indicios que alimenta la entrada en prisión de Bárcenas, tendremos un clavo al que agarrarnos.

La orfandad de liderazgos democráticos promueve un agujero negro que se traga todos los movimientos de rebeldía. Pero la sociedad tiene pánico a cualquier estructura de carácter político por lo que la regeneración se complica más a la hora de formular nuevos proyectos.

El PP tiene un blindaje mediático que actúa como una centuria romana. En formación de tortuga, con los escudos para el Gobierno que impiden la entrada de ninguna flecha. La reiteración se convierte en un arma eficaz en una sociedad que repite ideas truchas que han conseguido asentarse.

El PP tiene un blindaje mediático que actúa como una centuria romana

A Mariano Rajoy, hasta la fecha, no le ha salido mal la estrategia del tancredismo. No se mueve, no habla y se aferra a negar la evidencia con sus silencios. Y eso produce el tremendo hastío de asentar que nada puede cambiar.

La esclerosis del PSOE es galopante. Han vendido el pacto con el Gobierno como un ejercicio de responsabilidad. Otra vez los sociólogos de cabecera han impuesto los deseos de los ciudadanos. Ninguna sofisticación: los ciudadanos quieren acuerdos, no que la oposición apoye al Gobierno sin que este se comprometa a ningún cambio en sus políticas sociales.

No hay elecciones a la vista. Todos piensan que el desgaste con el que les castiga el electorado se amortizaran con conejos y palomas sacados de la chistera.

Me preocupa el empobrecimiento de la población; pero me preocupa más el cansancio que asimile la voladura de los principios básicos de una sociedad democrática. Lo que más me preocupa es que nos olvidemos de nuestros derechos cuando nos regalen una apariencia de recuperación económica. Me preocupa que asimilemos un «síndrome de Estocolmo» que nos impulse a amar a nuestros verdugos cuando dejen de darnos una paliza cotidiana.

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

Carlos Carnicero

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