El exiguo triunfo, si es en verdad tal, de Nicolás Maduro en las elecciones venezolanas anticipa la descomposición del chavismo. Conseguido al socaire y calor del impacto emocional de la muerte de Chávez y el paseo de su cadáver y memoria por toda la campaña electoral, el resultado obtenido no es en ningún caso el esperado por el chavismo que si ha ganado, que no estará mal recontar, ha sido por lo pelos y a pesar de que toda la maquinaria de control y presión del estado empujando en esa dirección. Es una victoria que huele a fracaso y que abre de inmediato los más serios interrogantes sobre el futuro de Venezuela. Y ante todo en el propio interior del chavismo.
La victoria de Maduro huele a fracaso y abre de serios interrogantes sobre el futuro de Venezuela
Porque la unción de Maduro, violentando la propia ley, por mor del testamento del dirigente desaparecido, y la apelación de este, sobrepasando, incluso para los hábitos venezolanos, los listones del delirio y el ridículo con el pajarito trinador que se le aparecía en sueños, a la herencia del «comandante» han dado para mantenerse en el poder pero con todos los ingredientes para la inestabilidad.
En primer lugar y de manera preferente por la división que dentro del propio chavismo se ha creado ya. En realidad estaba ahí, larvada, desde el «golpe interno» de Maduro que arrambló sin más con otras opciones, entre ellas la del poderoso y que ya eleva su voz, Dioscuro Cabello, el otro polo del chavismo con serios amarres en las Fuerzas Armadas, es militar, y que si ha perdido la primera batalla, ante Maduro y los hermanos e hijas de Chávez ha sido esencialmente por el apoyo exterior de los Castro cubanos y otros dirigente de la zona a su rival. Raúl Castro lo seguirá haciendo, pues no le queda otro remedio, su petróleo regalado depende de ello, pero las de Correa y Kishcner no son las únicas voces en Latinoamérica.
El chavismo va a entrar con rapidez en un proceso de fuertes tensiones internas por más que pasee la memoria de Chávez como gran talismán pero además ya tiene ante si unos problemas reales y patentes como nación y sociedad ante los que no le va a valer andar únicamente de procesión. Desabastecimiento, violencia, galopante inflación y una situación económica que camina hacia el abismo a pesar de sus inmensas riquezas naturales son el horizonte a que ha de enfrentarse un personaje que a primera vista y mas allá de sobreros con pajarito y los chándal de ritual, no parece alguien con el mínimo necesario para gobernar sino más bien para todo lo contrario.
La oposición tiene ahora por delante un recorrido que puede aprovechar si no comete errores y no cae en divisiones
La oposición, bien liderada por Capriles, que creyó en lo que parecía imposible y ha estado en un tris de conseguir, tiene ahora por delante un recorrido que puede aprovechar si no comete errores y no cae en divisiones, que bien puede sucumbir a esa vieja tentación. Hay elecciones legislativas a la vista y en ellas ha de estar su objetivo primero al igual que después en la conquista de las gobernaciones de los diferentes estados. En muchos a tenor de los resultados actuales tiene el triunfo en la mano.
Pero todo ello son hipótesis plausibles para un país normal, con democracia normal. Y Venezuela, tras el chavismo, no es exactamente muy normal y lo dicho aquí puede muy bien no servir en absoluto para el caso. Sin embargo, que el país va a vivir una época convulsa y que puede que de sobresaltos y hasta de conmociones graves por eso sí que se puede apostar.
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Antonio Pérez Henares