viernes, abril 26, 2024
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Mi primera vez

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Les presento un nuevo relato. Y, de nuevo, de una lectora de estas Memorias de un Libertino. Nos lo remite ‘Golondrina’, a la que agradezco, sinceramente, su colaboración por lo que significa de enriquecimiento de la sección. Espero que lo disfruten. Es su segundo relato en esta sección.

Mi primera vez

Nos besábamos en el ascensor. Y en los pasillos. Y en la arena. Y mar adentro. Yo con un escueto bikini y él con un bañador de competición, muy de moda de entonces. Nos derretíamos dándonos besos, eternos besos en la boca porque nunca daba tiempo a más.  Recuerdo que siempre, camino de la playa, me hacía ir caminando detrás de él para que fuera bajando su visible erección. Yo me moría de risa.

Aquel chico y yo nos conocíamos del verano anterior, nos gustábamos, pero no fue hasta el siguiente cuando se afianzaron los sentimientos. O el deseo.

Una tarde que habíamos corrido todos a ver un pequeño incendio en un hotel al final de la playa, volvimos a nuestra zona cansados… Y con tanto calor, nos fuimos todos derechos al agua.

Él y yo nos alejamos del grupo y nos adentramos hasta un banco de arena, donde hacíamos pie. Y, como siempre, no parábamos de besarnos. El olor del salitre, el agua templada, la puesta de sol y sus manos sin parar de acariciar mis pechos hacían que me sintiese la reina del Mediterráneo.

Yo me había quitado la parte de arriba de bikini y la había atado a uno de mis tobillos y él se sumergía para chupar mis pezones. Cuando salía a por una bocanada de aire y allí le esperaba mi boca ansiosa de su lengua, pasión con sabor a sal, mientras que mis manos acariciaban aquel cuerpo joven y atlético.

Su pene salía por arriba del bañador. Lo cogí, tiré de su bañador hacia abajo y lo puse entre mis muslos. El sonrió pícaramente, friccionándolo contra mi piel. Aquello era el paraíso. Podíamos jadear, decir lo que nos gustábamos, reírnos sin que nadie notara nada. El ruido de las olas era nuestro aliado.

Él terminó quitándose el bañador y yo la braguita y atando las prendas a nuestras muñecas. La excitación era tan fuerte que estuvimos a punto de perderlos en un par de ocasiones.

En un momento dado, él me subió, como si yo fuera una pluma, a horcajadas con mis piernas abiertas, rodeando su cintura. Su pene rozaba mi sexo, lo notaba paseándose por mi clítoris, mis labios menores o mi ano. No parábamos de frotarnos, de juguetear, de templar el agua del mar con nuestra calentura. Él quería penetrarme pero yo no le dejaba. Me repetía una y otra vez que quería penetrarme, que no podía más…Yo estaba igual de excitada y quería ser penetrada pero me daba un cierto miedo porque era la primera vez… Mis pezones estaban de punta, nuestras bocas unidas, nos comíamos…

De pronto, bajó una de sus manos, cogió su enorme verga, o eso me parecía a mí, y la dirigió, directamente, hacia mi vagina. La primera vez no acertó. La excitación era tan grande que su fuerte envite resbaló hacia arriba y sentí que me hizo daño en el clítoris.  La segunda vez que me abordó, acertó de llenó y su pene se abrió paso sin dificultad hacia el interior de mi vulva. Recuerdo que yo cerré los ojos. Las amigas me habían hablado tantas veces de la primera vez que temí que me hiciera algo de dolor. Pero, lejos de sentir dolor, sentí un placer  jamás experimentado.

En ese momento, me quedé quieta. Como extasiada. Como queriendo perpetuar aquel placer mientras él se movía torpemente tratando de culearme. Yo reaccioné y también me empecé a mover y, aunque desacompasados por las propias olas, sentí que estaba al borde del orgasmo. Un orgasmo mucho más fuerte que el que me producía cuando me masturbaba pensando en él. No tardé en llegar. Gemí y grité con la impunidad de saber que me amparaba el mar.  Después, me quedé quieta. El aceleró sus movimientos y me avisó de que iba a llegar a su clímax… No sé si fue una ola o que él se apartó o que me aparté yo, pero lo cierto es que sacó su verga de mi interior y se vació sobre el mar entre estertores desconocidos para mí… Después se agachó como herido… Unos segundos después se levantó y nos abrazamos entre risas cómplices…

Al separarnos para intentar ponernos de nuevo los bañadores, me di cuenta que, no lejos de nosotros, estaba mi primo Rafael, observándolo todo. Había sido testigo de toda nuestra pasión, de mi primera vez,  en un verano en que la transparencia del Mediterráneo dejaba nuestros cuerpos desnudos casi a la vista. Mi primo era más joven que yo. No dijo nada. No dije nada. Y durante unos días temí que contase lo que había visto. Pero no dijo nada. Nunca dijo nada.

Años después y siendo ya adultos, con una vida organizada, un día me comentó que nunca olvidaría lo que presenció en aquella playa porque fue el momento más erótico que había contemplado en su vida.

Golondrina

Estas memorias están teniendo, afortunadamente, una gran aceptación entre los lectores. Lo demuestran el gran número de visitas que tiene semana tras semana y los comentarios que recibe. Por eso, de acuerdo con la dirección de Estrella Digital, he pensado realizar, dentro de la sección, un Experimento sexual: quiero que los lectores de ‘Memorias de un Libertino’ puedan publicar también sus relatos.  Sus sueños. Sus experiencias. Sus deseos ocultos.

El tema erótico será libre. Sólo pido que el texto no sea mucho más de un folio de extensión y que mantenga un mínimo de buen gusto. Se podrán firmar con seudónimo y se respetará el máximo de discreción. Tanto se respetará que los relatos NO deberán enviarse a la redacción de Estrella Digital sino a [email protected] Este es un correo creado, especialmente, para recibirlos y para que sirva también para aclarar cualquier duda o consulta.

Por supuesto, si alguien lo solicita, puedo también ayudarle literariamente a mejorar su texto.

Esperamos recibir muchos relatos.

Memorias de un libertino

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