Yo sé que el Rey Juan Carlos es un hombre ocurrente. Campechano. Incluso, divertido. También sé que es ya un señor mayor y que la edad hace que las personas suavicen su discreción. Y también sé que el Rey de España, como ser humano, tiene derecho a enfadarse. Pero el hecho es que, ayer, -no sé si premeditadamente o porque le salió del alma-, dijo algo que no corresponde a su condición. Cuando unos periodistas, que asistían a un acto suyo, le preguntaron por su salud ya que le van a operar próximamente de una rodilla, les contestó visiblemente enfadado: «lo que os gusta es matarme y ponerme un pino en la tripa todos los días en la prensa».
Pues, no, Majestad. No nos gusta, o al menos a mí, no me gusta matarle. Dios le guarde muchos años. Su salud es la salud de España.
Pero la respuesta, Señor, no procedía por muy molesto que estuviese usted cuando le preguntaron por ella. Muy al contrario, debería agradecer la preocupación de quienes le hicieron esas inocentes preguntas.
Y respecto a esas cosas que se dicen sobre usted, debería, con todo respeto, hacérselo mirar, porque es la propia Casa del Rey la causante de muchos de esos rumores e interpretaciones, ya que creo que, en algunas ocasiones, no dicen toda la verdad sobre su salud. Su aspecto a veces, sus ausencias otras veces y sus muestras de cansancio, seguramente, no sean nada más que cosas normales en un hombre de su edad pero ellos, muchas veces insisto, hablan con medias verdades y eso da pie a rumores incontrolables. Porque ya conoce, Majestad, aquella soleá de don Antonio Machado que decía: «¿Dijiste media verdad?/ Dirán que mientes dos veces/ si dices la otra mitad».
Pinocchio