jueves, abril 25, 2024
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Sexo vainilla

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Como todos los 17 de mes, me encuentro sentada frente a la puerta de mi casa. Como únicas prendas que cubren mi cuerpo llevo unas botas de tacón de aguja y un collar largo de perlas. Mi pelo suelto sobre mis hombros desnudos. Las uñas de mis pies pintadas de rojo al igual que mis labios. Y mi móvil entre mis piernas, cerca de mi sexo,  esperando los tonos que me indicarán la posición que éstas deben adoptar.

Preparada como a él le gusta.

Son las 14.30 h y mi nerviosismo empieza a ser latente. Siento una mezcla de impaciencia y excitación. Nunca sé que va a ocurrir. Mis manos sujetan mis rodillas cuando por fin suena el móvil.  Primer tono, mis piernas deben seguir cerradas. Segundo tono,  las abro ligeramente. Tercer tono, mis muslos ya no se pueden rozar entre sí.  Cuarto tono, mi sexo empieza a ser visible. Quino tono, debo dejar mi sexo visible en toda su plenitud. Y eso es lo que hago.

Escucho la llave girando en la cerradura de la puerta. Una sonrisa se dibuja en mi cara. El está a punto de entrar y, hoy, quiere ver mi sexo abierto. Pero, cuando entra, me saluda con un gesto frio. Pasa junto a mí, ignorándome, mientras se acerca a la nevera a buscar una cerveza. Yo sigo sentada, sin moverme, esperando a que él me indique qué debo hacer.

Me gusta obedecerle.

Ahora está frente a mí. Me coge los brazos y los cruza detrás de mi cabeza. Pone un dedo en la barbilla y me abre la boca mientras sigue bebiendo. Aún no me ha dicho ni una sola palabra pero yo ya estoy excitadísima. Mi vagina está tan húmeda que creo que voy a mojar el asiento en cualquier momento. Baja la cremallera de su pantalón y saca su pene que intuyo algo duro. Se acerca a mí. Yo me estremezco. Una de las cosas que más le gustan es meterlo en mi boca y que crezca en ella. Sin hacer nada, solo moviendo la lengua bajo ella. Pero esta vez no lo hace. Me castiga con su negativa y eso me excita todavía más. Se coloca detrás de mí. Acerca su pene a mi nuca y mis dedos lo rozan. Me mordisquea la oreja y yo jadeo de placer. Le gusta escuchar mis gemidos y los vuelve a provocar.

Se da la vuelta y, por fin, introduce su pene en mi boca. Está erecto y me pide que utilice mis manos para la felación. Acariciar su pene mientras lo lamo es algo que me sobrexcita y mi sexo está cada vez más caliente. De pronto la saca. No quiere más. Me llevo las manos a mi sexo para mezclar las humedades. Él, al ver mi movimiento se enfada y me castiga. Me pone de rodillas frente a él, acariciándose su pene erecto mientras me observa. No tiene prisa. Me martiriza. Y yo necesito ser penetrada.

Me coge un brazo y me levanta. Coloca mis manos sobre el asiento, inclinándome hacia adelante. Sé que me va a abordar. Siempre lo hace. Sé que me va a penetrar pero no sé en qué momento ni por donde. Yo estoy preparada, mis fluidos han embadurnado todos mis orificios.
De pronto se acerca a mí y de un solo golpe introduce su ariete por mis nalgas…Mi grito entre placer y dolor retumba en mi casa.  Apenas cuatro movimientos acelerados y nos vaciamos en segundos.

Después, los dos caemos rendidos sobre la alfombra. Me susurra…”mi niña” mientras me acaricia el pelo.

Memorias de una libertina

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