El fenómeno televisivo Belén Esteban se esfuma. Todo lo que empieza acaba, según dijo Confucio o mi padre -no recuerdo bien-, y lo suyo empieza a dar síntomas de agotamiento a niveles preocupantes. Su público la abandona como dicen que lo hacía aquel desodorante. Se acercan, implacables, las doce de la noche y a la Princesa del Pueblo le queda poco tiempo para volver a ser la Cenicienta.
La han explotado y se ha dejado explotar hasta la náusea. Hasta la angustia. Hasta el desparrame como ser humano. Su último vómito lo tuvo el viernes pasado cuando Tele5 emitió ‘La Caja’, un extraño psico-show en el que, supuestamente, se pone al individuo al borde de su abismo moral. Lo anunciaron como el no va más.
Casi como el suicidio de la Esteban en directo. Y así fue. Pero algo hizo que no fuese creíble porque sólo consiguió el 14,2% de share y 1.788.000 de espectadores, con lo que únicamente pudo ser el tercer programa más visto de la noche. Y eso, para ella y para Tele5, es un fracaso. Y aunque los cabezas pensantes de la cadena de Fuencarral son capaces de cualquier cosa y tratarán de inventarse algo mucho más gordo relacionado con ella, la estrella de Belén tiene fecha de caducidad.
Pero que nadie se entristezca. La Esteban se ha hecho rica y ha hecho ricos a muchos lo que no está al alcance de cualquiera. Que le aproveche.
Yo lo único que le agradezco es que, con su proceder, ha demostrado que el nivel de la audiencia televisiva mayoritaria en España está entre el género ínfimo y la nada. Y eso es muy importante porque servirá de base a ese gran estudio sociológico de la España de Zapatero que está por hacer.
Pinocchio