sábado, abril 27, 2024
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La delación

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Soy fumadora pero a mí no me van a pillar. La ley está para cumplirla y a muchos fumadores no nos parece mal, todo lo contrario, que los no fumadores puedan ejercer su derecho a no verse contaminados con el humo de nuestros cigarrillos. Soy fumadora y por ello siempre he creído que los que hemos cometido la estupidez de encontrar placer o desahogo en un pitillo somos bastante estúpidos, pero no más -creo que bastante menos-, que los que prefieren la cocaína, inflarse a grasas, machacarse en los gimnasios hasta la extenuación, caer dormidos gracias a los ansiolíticos o someterse a dietas draconianas porque se miran al espejo y no se gustan. La lista de estupideces es inmensa. De hecho es la estupidez humana lo único que no tiene límites.

Dicho todo esto habrá que puntualizar algunos aspectos de la ley antitabaco. Se prohíbe fumar, pero se amplían los puntos de venta de tabaco y el Estado lejos de renunciar a engrosar sus debilitadas arcas con los impuestos que pagamos al comprar algo que dicen que mata, sube el precio de la cajetilla. Sigo sin entender la negativa a hacer compatibles los derechos de todos. De los que no fuman y de los que nos encanta un pitillo al final de la comida. Basta con separarnos, como hasta ahora. Pero no. Aquí lo hacemos todo a lo grande y la prohibición llega a tal punto que si en un hotel pides una merienda en la habitación el camarero no puede cruzar el dintel de la puerta para no contaminarse. No dudo que el humo puede molestar al camarero en cuestión, pero deben saber que estar de pie seis u ocho horas al día destroza la espalda, machaca el sistema circulatorio, provoca hinchazón de pies… Deben saber que estar seis u ocho horas delante de aceite hirviendo tienen efectos irritativos poco agradables y desde luego muy poco saludables.

A mi no me van a pillar porque acato la ley pero el colmo de los colmos en este afán antitabaco es lo de la delación. Los señores de Facua se han puesto estupendos, casi tanto como la ministra de Sanidad que anima a los ciudadanos a delatar a quien incumpla la ley. La delación es lo que de niños conocíamos como “acusicas”. Otra cosa es una denuncia en tiempo y forma. Pero no, la delación es algo feo, muy impresentable que hace que hasta los fumadores más educados y cívicos nos rebelemos ante lo que parece una apertura de veda. Si hay que delatar, delatemos. Delatemos al conductor que va detrás nuestra y no respeta la distancia de seguridad, al que tira papeles en el parque y a los bares y restaurantes que no tienen sus baños en condiciones de máxima higiene. Delatemos a los que beben haciendo ruido provocando insomnio en los vecinos, a la funcionaria que cierra la ventanilla y se va a tomar café porque pago impuestos y tengo derecho a no esperar de manera innecesaria. Puestos a delatar delatemos a los pequeños comercios que aún no aceptan tarjeta de crédito. Delatemos los espacios públicos no adaptados a minusválidos… La lista de delaciones posibles puede ser casi tan infinita como la misma estupidez humana y en este asunto estamos rozando la estupidez. Como dijo alguien, a veces lo sublime y lo ridículo acaban pareciéndose.

Charo Zarzalejos

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