jueves, mayo 2, 2024
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La Unión ante Grecia

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No parece que haya dudas acerca de que Grecia necesitará créditos antes de la mitad de mayo, porque de otro modo no podría pagar el vencimiento de su deuda, y de que los recibirá in extremis de sus socios de la zona euro y del Fondo Monetario Internacional. Los recibirá, a la postre, porque, de lo contrario, no resolver los urgentes agobios financieros de Grecia afecta a los demás países. Los recelos formales planteados ayer, fundamentalmente por Alemania, ya han dañado al euro y a la deuda de otros países (Portugal, Irlanda, también España), que los mercados convierten en más cara. Si Grecia no paga, las consecuencias y el contagio pueden tener efectos imprevisibles, y todo apunta a que se encontrará en las próximas tres semanas una solución.

Alemania, a la que se mira con preocupación por su actitud, tiene problemas formales y políticos para acudir al rescate de Grecia en la cuota que le corresponde. La opinión pública alemana está en contra, más preocupada aparentemente por los problemas internos que por las consecuencias -que también serán internas- de lo que pase en Atenas, y los partidos políticos van a rebufo de las quejas ciudadanas. Por otro lado, el crédito de Alemania precisa acuerdo parlamentario y, por tanto, una ley que debe ser preparada y negociada. El Gobierno de Merkel estima que, para ello, precisa tiempo al menos hasta el final de la primera semana de mayo y, mientras, trata de mejorar la percepción pública de la ayuda ganando algo de tiempo y exigiendo, en el contexto de las negociaciones con el FMI, más condiciones de las ya exigidas a Grecia.

Si los problemas de Grecia deben ser resueltos no sólo por solidaridad sino por lo que nos va en ello a todos los europeos, y a algunos en especial (como es el caso de los españoles), las circunstancias de los países que deben acudir al rescate tiene que ser también entendidas. Pero esto, la cuestión urgente y coyuntural, tampoco debe hacernos olvidar que esta situación -que va desde las cifras maquilladas hasta el riesgo de suspensión de pagos de un país- revela los problemas estructurales de la Unión tanto para el control como para la respuesta a estas emergencias. La unión monetaria sin reglas de un gobierno económico efectivo en la Unión Europea no tiene sentido, y así se ha visto en cuanto se han caído los velos que ocultaban la situación real. La falta de normas concretas y generales para atender riesgos como el actual es otra falla que, aunque se resuelva en el último momento, no se soslaya con negociaciones de urgencia y acuerdos para cada caso. Todo ello, y la demora en establecer las condiciones específicas que pusieran de acuerdo a todos, ya está afectando al euro y costando dinero a los países que, en la consideración de los mercados, se ven contagiados. «España no es Grecia», oímos aquí. Lo mismo en Portugal, en Irlanda, la semana pasada en Francia. Pero eso es sólo una parte de la verdad que puede hacer referencia a la situación de las cuentas de los Estados, que en cada sitio es distinta. Lo cierto es que, en el territorio de las consecuencias, todos somos Grecia y el rescate nos beneficia a todos.

Germán Yanke

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