Madrid y Barcelona no se ven por el retrovisor. Ruedan juntos. Están a la misma altura, lo que es bueno para el Madrid, más que para el Barça, porque hay pendiente partido de vuelta y se disputará en el Santiago Bernabéu. El equipo barcelonés ha perdido toda su ventaja en la tabla.
El equipo dirigido por Pep Guardiola enamoraba por su juego y todo eran plácemes para él. El equipo entrenado por Manuel Pellegrini practicaba un juego que no gustaba y se pedía su cabeza. El técnico chileno ha estado contestado desde antes de que comenzara la temporada.
Guardiola no tiene enemigos porque sería estúpido que alguien quisiera pasarle cuentas por no tener al Madrid a varios puntos de distancia. Los seis títulos del año 2009 le conceden toda clase de garantías. Por parte de los dirigentes y de los aficionados.
Pellegrini ha vivido sin casi nadie que le escribiera. Sin embargo, no ha hecho un mal gesto, no ha dicho palabras fuertes ni contra quienes se han atrevido a pedir sus destitución al presidente del club. Ahora, con el liderato, sus agresores tienen que comenzar a tentarse la ropa.
El Barça se ha convertido en equipo de juego previsible. Simplemente ha sucedido que concede demasiadas ventajas en el ataque. Habitualmente, juega con diez porque Ibrahimovic no pasa de ser una sombra en los partidos importantes.
Cuando en el Barça juegan Ibrahimovic y Henry son nueve a luchar. Junto a la pérdida de potencial, indudable porque Eto’o tenía mayor presencia en el ataque, se ha unido el ritmo de tran-tran al que juega la mayoría de los partidos.
El Madrid no maneja tanto la pelota como el Barça, pero es más directo, tarda menos en crear ocasiones de gol y posee mayor facilidad para el remate. El Barça tiene menos garra y deja todas las posibilidades de triunfo a la inspiración de Messi.
El Barça, quedó constatado hace unas jornadas, está en crisis de juego. El Madrid, como los equipos de Pellegrini, va hacia arriba hacia el final de temporada. Es momento de hacer apuestas.
Julián García Candau