lunes, mayo 6, 2024
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Armstrong, especialista en feos a los españoles

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La victoria de Alberto Contador en el Tour, según los testimonios de quienes lo han vivido cerca, y de las medias palabras del propio campeón, se deduce que nunca ha sido tan amargo, moralmente, llegar al final. Vencer en contra de tu propio equipo debe ser muy doloroso.

Era presumible que Lance Armstrong pretendiera ser capitán general con mando en plaza. Le avalaba el historial. No le importaba el presente. Contador era a su lado casi un turuta. La prepotencia, el creerse el mejor, le llevó a adoptar posturas indignas cuando el español comenzó a enseñarle el sillín.

Nunca jamás un vencedor de la carrera más importante estuvo en el podio menos pletórico. Saludó con la sonrisa a media asta. La compañía del tercero le impedía sentir plena felicidad. El estadounidense ni siquiera supo disimular.

El acto protocolario tuvo, encima, el error de los organizadores en la audición del himno nacional, suplantado, en primer lugar, por el danés de Schleck. Ello, pese a su carácter puramente anecdótico, sirvió para restar apoteosis al éxito del campeón español.

La interpretación del himno nacional en algunos acontecimientos deportivos tiene ya algunas historias para recordar. En los años setenta, en Praga, ante la selección nacional de fútbol, la banda de la ciudad hizo sonar las notas del Himno de Riego. El presidente de la Federación Española, José Luis Costa, en el palco, mostró estentóreamente su protesta.

Los jugadores, desconocedores de las notas del maestro Gomis, creador del himno, y que fue oficializado durante la II República, se mantuvieron firmes creyendo que era el del árbitro. Los checos dieron explicaciones. Era la última partitura de que disponían. No tuvieron otra en los años del Telón de Acero.

Pero fue en Australia donde un infame músico hizo nefasta interpretación del mismo himno de Riego con un solo de trompeta. El entonces secretario de Estado para el deporte, Gómez Angulo, también protestó de manera notoria.

En París el problema fue adjudicar a Dinamarca el honor del Tour. Si Armstrong hubiera sido experto en himnos, seguramente se habría congratulado de que a Contador le hicieran gran feo.

El podio de los Campos Elíseos tuvo el domingo más historia que la del error del himno. El mayor interés casi estuvo en los saludos entre los tres mejores hombres y el acto final con el equipo ganador en el podio. Armstrong hizo un feo más.

Hace unos años hizo otro. No acudió a Oviedo a recibir el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes que, erróneamente, como los hechos han demostrado, le concedimos los miembros del jurado.

Tiempo después, cuando se enteró de que tenía dotación económica importante, pidió que se le diera. El reglamento impide la entrega del galardón y el cheque a quienes no acuden al acto oficial de entrega.

Julián García Candau

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