Parece que de vez en cuando a Mariano Rajoy se le olvida cuál es su rol en la política española. Es como si, cada cierto tiempo, quisiera evadirse de su cargo como líder de la oposición. La última muestra ocurría el viernes, cuando el presidente del Partido Popular se saltaba a la torera la votación de los Presupuestos Generales del Estado para, en su lugar, almorzar con Jaime Mayor Oreja.
Se puede entender que a Rajoy no le apetezca ir a votar. Divertido, lo que se dice divertido, no debe de ser. Es posible que lo considere un «coñazo», como el desfile de las Fuerzas Armadas del 12 de octubre. El problema es que, le guste o no, es su labor y su responsabilidad acudir a este tipo de actos. Porque es el presidente del PP. Pero especialmente porque los votos que recibe representan a la mitad de la población española, y eso conlleva ciertos compromisos. Aunque -como el citado desfile- dichos eventos no sean para él «un plan apasionante».
En la comida con Mayor Oreja ambos hablaron sobre la candidatura de los populares a las elecciones comunitarias. El portavoz en el Parlamento Europeo se desplazó a Madrid para la ocasión, algo que deja de manifiesto la premeditación en la ausencia del candidato popular durante el referéndum presupuestario. Lo que no se entiende es que el famoso almuerzo no pudiera darse en otro momento. Uno en que no se votase el futuro económico de la nación.
Por un lado, Rajoy critica los Presupuestos diseñados por el Gobierno. Pero cuando tiene la oportunidad de votar en contra, no acude a la cita. Una incongruencia que no debe ser aceptada en un político cuya meta es llegar a ser el presidente de todos los españoles.
Con este gesto, don Mariano ha vuelto a dar la nota. Esperemos que durante el parón navideño reflexione y comience el año 2009 con la coherencia que se puede esperar de un candidato a la presidencia. Por el bien del PP. Y de nuestra democracia.
Miguel Ángel Rodríguez