domingo, mayo 5, 2024
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Lances políticos de ocasión

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Hay en el conjunto de la actualidad conjunta un ramillete de episodios que no pueden aspirar a enmarcarse en la antología de las sorpresas. En primer lugar la reincorporación del PCE a la capitanía de la izquierda clásica mediante el desplazamiento del que hasta hace pocas fechas ha sido coordinador de Izquierda Unida. El comunista Cayo Lara, en efecto, ha reducido a la nada política la figura de Gaspar Llamazares, el pálido y poco respaldado personaje que intentó representar una IU verdadera, aspirante a llamarse Unida para acabar mereciendo el calificativo de «Hundida». El hecho representa la traducción de un desengaño rencoroso que venía arrastrándose desde que el viejo PCE, tras la caída de Santiago Carrillo y el eclipse definitivo de sus pretendidos sucesores, entre ellos significadamente el honrado Gerardo Iglesias, pidió algo más que jubilación, sin por ello dejar de intrigar en alguna proporción a través de la apolillada Vieja Guardia. La «vendetta» o, si se prefiere, la revancha, ha venido de la mano de la reciente derrota en las generales y de la crisis económica y financiera, por supuesto también social, que ha sacudido el mortal sopor de los soñadores marxistas ortodoxos. El capital ha vuelto a ser el libro de cabecera en las pesadillas de los incurables nostálgicos cuando no, aunque menos, de los escépticos burócratas que aspiraban a seguir imponiendo su escuela.

Paralelamente, en CCOO, el que parecía insustituible José María Fidalgo, ha perdido la plaza de secretario general en beneficio de un nuevo líder considerado más a la izquierda, o más radical en sus planteamientos reivindicativos. Este ha sido el inesperado turno -inesperado para los profanos- de Ignacio Fernández Toxo, un personaje que cabalga en el actual viento de renovaciones, como si verdaderamente hubiese sonado una nueva hora de recambios profundos en el viejo plantel de dirigentes encajados en las rutinas del sistema. Tiempo habrá posiblemente para el retorno de las decepciones, cuando el zapaterismo transformista, que no ha transformado ni a medio plazo ni tampoco a largo, descarrile en el túnel de sus falacias, acompañado del conformista Cándido Méndez como descolorido brazo de una hipotética ofensiva sindical ugetista, si es que no surge alguna corriente interna que le proporcione políticamente hablando algo más que un constipado. Es otro mundo de todos modos. Con ZP en el poder para cerca de cuatro años como mínimo, el clima en el sindicato fraternal parece poco borrascoso. Las tormentas son exteriores, aunque no conviene descartar salpicaduras analógicas.

El espectador asomado a la barandilla de la actualidad probablemente tiene derecho a no creer en casi nada. Ni siquiera -o menos todavía- en la leyenda de que ETA se desploma, esa banda terrorista que ha logrado apoderarse del deporte, más concretamente del fútbol, para intentar zacandillear al PNV, en el que nunca creyó y al que ahora dispensa una parte de sus temores competitivos ante el confuso porvenir político. La cuestión es que, exigiendo el nombre de una Euskal Herría que deja de llamarse simplemente Euskadi, el equipo nacionalista de fútbol ha saboteado el partido internacional que iba a disputar con Irán en el medio jubilado estadio de San Mamés, precisamente donde el legendario Athletic de Bilbao sucumbe bajo el peso reumático de sus abundantes años. O hablamos de Euskal Herría, que es su consigna, o no hay partido. Y los jugadores clave, cuando no todos, que habrían de concurrir a la celebración de la fiesta político-deportiva, han pronunciado, no todos en euskera porque lo desconocen en su mayoría, el clásico «sí, bwana», rindiéndose a ETA con el más acabado espíritu de la cobardía. Naturalmente, el PNV se ha limitado a tomar nota. Le propusieron que si Euskal Herría (los siete herrialdes) no se aceptaba, como tampoco Euskadi, el equipo «nacional» vasco se llamara «Euskal Selekzioa». La respuesta ya no llegará a tiempo. El día 23 de diciembre queda demasiado cerca. La sentencia, además, está firmada por ochocientos deportistas que han secundado a los futbolistas, confeccionándose así «un glorioso» listado patriótico de nombres que, naturalmente, ETA no se ha guardado en el discreto refajo de su reserva, sino que ha procurado divulgar, no, por supuesto, para exhibir la potencialidad de sus apoyos, sino para dejar a los propios firmantes a la altura que cabe suponer. Da lástima facilitar identidades. Valga saber que algunos se llaman Joseba Etxebarría, Andoni Iraola, Igor Gabilondo, Mikel Aranburu, Roberto Martínez «Tiko» entre los futbolistas; Saralegi e Iñaki Perurena entre los levantadores antiguos y Aimar Irigoien actual; Zubeldia y Joseba Beloki, entre los ciclistas; o la montañera Edurne Pasaban, el ex campeón mundial de maratón Martín Fiz, y así sucesivamente hasta completar la indicada cifra.

Lorenzo Contreras

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