sábado, abril 27, 2024
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Análisis: ‘La decisión’

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Tomás Gómez debe tomar una decisión. Con toda probabilidad, el Presiente del Gobierno le pedirá que allane el camino para que Trinidad Jiménez sea candidata en Madrid, por segunda vez – la primera lo fue al ayuntamiento de la capital, en unas elecciones que perdió y tras las que se marchó al Gobierno de España-.

Zapatero quiere un tándem modelo, un ticket electoral a la americana de candidatos populares. Con Lissavetzky y Jiménez, cree que puede conjurar los demonios que anuncian una derrota segura en ambas instituciones, aunque todo apunta a que, ni con unos ni con otros, sean ellos los que fueren, el poder de Gallardón o de Esperanza Aguirre corra serio peligro.

Es, pues, la primera vez que se presenta una batalla para decidir quién es el que tiene que ser el que pierde. Y por cuanto. Y ese cuanto es la clave de la discusión: deben perder de forma tal que, sin mayoría absoluta del PP, haya un nuevo ciclo político en Madrid.

Es posible que la popularidad de ambos candidatos de Zapatero sea mayor que la de Gómez, y por tanto, que las expectativas que creen sean también mayores. Y mayor será también la responsabilidad para administrar la más que probable derrota en las urnas y mantener la cohesión del partido y la de sus grupos políticos en las instituciones, para no dar el habitual espectáculo al que nos tienen acostumbrados.

Deberán explicar antes por qué un dirigente que cuenta con el 95% de los votos en su organización, que se dedica a ir con un autobús por los pueblos y los barrios, al que Aguirre ha asaeteado con querellas e insultos y desprecios, y que no se ha hecho un seguro de vida político, sino todo lo contrario, y que ha esgrimido su palabra como promesa, es apartado sin haber tenido la oportunidad de darse la bofetada que todos los anteriores ya se han dado, incluidos los recién propuestos.

Desde la derrota de Simancas en 2007, Gómez ha trabajado por crear una nueva organización. Sin ser diputado regional, sin ser cargo público, sin sentarse en ningún consejo de administración. Es más, dimitiendo del puesto de alcalde de Parla cuando había sido el edil más votado de España. Sin acceso a la plataforma de los medios a través de las instituciones la travesía de Gómez ha estado, además, teñida de resistencias internas. Los hechos como son.

Todos los conflictos internos y la toma de decisiones la has saldado con clara ventaja de sus posiciones y llega a la recta de salida con mayorías políticas en el PSM, a las que este partido está poco habituado cuando existe una oposición interna. Enfrentado a sus temores, a las luchas intestinas, a la invisibilidad en los medios, a algunos dramáticos errores – aniversario del 11M- a la desconfianza del aparato de Ferraz, se ha gestionado un importante respaldo militante y, desde hace unos días, el reconocimiento en la opinión pública en lo que puede acabar siendo la clásica simpatía social con el débil atacado injustamente. Y más cuando éste lo es por una de las personas con más poder en España.

Debe Zapatero medir su decisión tanto como Tomás Gómez la suya. Están obligados ambos a mirar algo más que las encuestas que dulcifican derrotas, con avances o retrocesos. Más de un cuarenta por ciento de los madrileños no avala la gestión de Aguirre. Si el PSOE no es capaz de mostrase sereno, prudente y respetuoso de sus valores, abonaría el terreno para una alternativa diferente a la del PP. La que ya está al acecho, frotándose las manos: UPyD.

Así que Gómez enfrentado a una decisión definitiva, tendrá que hacer valer su política de construcción de una plataforma alternativa de verdad; una que dure algo más que los escasos quince días de campaña electoral a los que el PSOE, con sus candidatos foráneos, ha acostumbrado a los madrileños.

Eso que es, por cierto, lo que asegura que no estén dentro de cuatro años en el mismo sitio que ahora y que, además, es lo que, sí tanto quiere diferenciarse, debe ofrecer Tomás Gómez: Un compromiso de continuidad y de estabilidad. Y que tanto reclaman sus votantes.

Y Zapatero debe medir qué es lo que opone al modelo “digital” del PP, que tanto se ha señalado en estos años sobre la designación que le hizo Aznar. Debe, pues dar ejemplo de lo contrario.

Y, por último, debe saber si está dispuesto a mandar al quemadero habitual, por segunda vez, a la ministra que según las encuestas que lo animan, es de lo mejor que tiene en su gobierno. La misma que podría estar llamada a nuevas obligaciones de estado gracias a la popularidad que él mismo ha constatado. O acompañarlo en la futura travesía electoral, siendo su número dos en 2012, para que refuerce su candidatura. ¿O es que piensa hacerlo de todas maneras?

Gómez debe decidir, pero Zapatero también. Sus votantes los esperan.

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