sábado, abril 27, 2024
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Francia le planta cara a la moda low cost

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La moda barata, moda low cost, o fast fashion, lleva mucho tiempo en el punto de mira de aquellos que abogan por un desarrollo más sostenible. Porque llenar las tiendas (físicas o virtuales) de cientos de prendas nuevas cada temporada, tiene un fuerte impacto sobre el medio ambiente.

Francia se está planteando convertirse en uno de los primeros países a nivel mundial en afrontar este problema, y ha puesto sobre la mesa la posibilidad de aplicar un impuesto a las empresas especializadas en la venta de prendas de ropa a precios muy bajos, como ocurre con la popular marca china Shein.

El problema de la ropa de usar y tirar

La fast fashion se convirtió en toda una tendencia a partir de la crisis de 2008. En ese momento, los consumidores empezaron a cambiar sus hábitos por una necesidad económica, optando por prendas de vestir más baratas.

Algo más de una década después, la moda low cost se ha convertido en todo un fenómeno. Potenciado especialmente por tiendas online como Shein o Temu, donde es posible encontrar camisetas por dos euros o unos vaqueros por menos de 10.

Son prendas baratas de escasa calidad, pero a los consumidores no les importa. Porque las nuevas generaciones priman la cantidad sobre la calidad. Prefieren tener mucha ropa de poca calidad, antes que pocas prendas pero hechas para durar.

Las prendas low cost acaban siendo “de usar y tirar”, porque tras unos cuantos usos empiezan a desgastarse o romperse. Como  resultado, de media, cada europeo genera unos 20 kilos de desechos de moda al año.

Además de la gran cantidad de residuos que generan los consumidores, las empresas que comercializan estas prendas también tienen una importante responsabilidad a nivel medioambiental. La industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones de CO2 que se emiten a la atmósfera de manera anual, y consume un 3% del total de agua de boca disponible.

La industria de la moda barata no para de crecer, y lo hace a un ritmo extremadamente rápido. Según explican desde Greenpeace, esto ha dado lugar a un fenómeno especialmente grave, conocido como ultra fast fashion. Para producir más, más rápido y más barato, las empresas de fabricación de ropa que están fuera de la Unión Europea utilizan componentes tóxicos que no están permitidos según la legislación europea, lo que supone un riesgo tanto para el medio ambiente como para los seres humanos.

La nueva propuesta de ley francesa

Para intentar frenar el avance de la moda barata, en Francia se ha presentado una propuesta de ley que busca imponer una tasa de hasta 10 euros, o equivalente al 50% del precio final de cada artículo, por la venta de prendas de moda a precios excesivamente baratos. Medida que afectará a las compañías que pongan a la venta más de un determinado número de modelos de prendas cada día.

La propuesta normativa hace referencia directamente a empresas como Shein. De hecho, Antoine Vermorel Marques, diputado que lidera la propuesta, ha puesto en marcha la campaña #StopShein para dar a conocer su medida. El promotor denuncia el impacto negativo que la fast fashion está teniendo sobre la industrial textil francesa, y los efectos negativos que tiene esta moda de usar y tirar sobre el medio ambiente.

Aunque el proceso legislativo acaba de empezar, ya ha sufrido cambios. En un principio, se planteó aplicar una tasa de 5 euros por prenda, pero finalmente se ha incrementado esa cantidad. Además, el ministro francés de Medio Ambiente ha planteado la posibilidad de prohibir la publicidad de este tipo de empresas.

Shein, que se ha visto en el centro de la polémica, ha manifestado públicamente su compromiso con el medio ambiente y ha señalado que se rige por “las mejores prácticas internacionales en términos de desarrollo sostenible y compromiso social”.

No obstante, no es la única empresa en el punto de mira, también lo están otras que cuentan con un amplio catálogo de prendas a precios muy bajos, como Temu. En el caso de otras empresas asociadas a la moda low cost como las marcas de Inditex o H&M, quedarían fuera de la normativa francesa, porque su modelo de negocio es diferente.

El reto de conseguir una moda más sostenible

Las empresas del segmento fast fashion se han convertido en un reto tanto para su competencia más directa como para la sostenibilidad y la ética laboral.

Shein, que lidera el sector de la moda a precios muy bajos, pone en el mercado hasta 8.000 nuevos artículos cada día. Potenciando un modo de compra por impulso que lleva a unos niveles de producción y de consumo que son insostenibles a largo plazo.

Para cumplir con sus objetivos, estas compañías recurren a materiales muy baratos y de mala calidad, así como a tintes con componentes tóxicos. Afectando incluso a la propiedad intelectual, ya que este tipo de empresas han sido acusadas en más de una ocasión de plagiar modelos de otras marcas.

Preocupa también las condiciones laborales dentro de la cadena de suministro, respecto a la que existe muy poca transparencia, en la que se han denunciado jornadas laborales excesivas y salarios bajos.

Todo esto plantea el reto de avanzar hacia una industria textil más sostenible, que requiere también de un cambio de mentalidad en los consumidores.

Francia bonifica la reparación de ropa y calzado

Francia es uno de los países europeos que más en serio se ha tomado la necesidad de abordar los retos de la industria textil low cost. Además de tomar medidas para gravar la actividad de aquellas empresas que “inundan” el mercado de prendas baratas con miles de novedades cada día, ha aprobado ayudas para fomentar la reparación de ropa y calzado.

El gobierno francés creó el año pasado un fondo dotado con 154 millones de euros para un programa que estará operativo hasta 2028. Lo que se busca es potenciar la reparación de prendas de ropa y de calzado mediante descuentos que van desde los seis hasta los 25 euros, en función del tipo de reparación.

A esta iniciativa se han sumado ya más de 600 empresas especializadas, y se ha creado una plataforma que facilita la localización de talleres de reparación que están a disposición de los consumidores por todo el país.

El gobierno galo ya había probado con anterioridad este tipo de medidas aplicadas al campo de la reparación de electrodomésticos, y obtuvo muy buenos resultados. Ahora espera repetir el éxito con la ropa y el calzado.

El objetivo es motivar a los compradores a dar una segunda vida a las prendas, ya sea para ellos mismos o para ponerlas en el mercado de segunda mano. A fin de reducir las 700.000 toneladas de ropa que los franceses tiran cada año a la basura.

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