lunes, mayo 6, 2024
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Un bazuca peligroso para buscar la inflación perdida

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Se ha instalado en el centro del debate económico la evolución a la baja de los precios de bienes de consumo. El miedo a una posible deflación ha hecho saltar las alarmas de economistas y políticos. Como opina el economista, Álvaro Lodares para Estrelladigital.es, “a lo largo de los últimos años la deflación se ha convertido en un tema de debate importante tanto en el ámbito académico como en el mundo de la política económica”. Desde enero de 2014 el Índice de Precios al Consumo (IPC), ha estado en valor negativo hasta nueve meses. En 2015 la cosa no ha cambiado, ya que, el IPC cerró enero con una caída del 1,3%.

El debate ha trascendido más allá de las fronteras de los pirineos. Centrada sobre si la actual marcha de los precios es debido a la deflación o a una desinflación. La diferencia entre ambas estriba más allá de la semántica.

La deflación consiste en un período alargado de la caída de los precios, su principal riesgo es que esa caída continuada de precios hace posponer las inversiones. La caída de la inversión, o en su vertiente más social, posponer compras remite a la economía a un circulo vicioso en el que se genera desempleo. La desinflación, inflación negativa, se trata también de un período de caída de precios pero no se posponen compras o inversiones. Además, que la caída del precio puede impulsar la demanda, permitiendo que la economía crezca.

El matiz que diferencia a ambas es imprescindible. La desinflación también puede darse por mejoras tecnológicas, como explica Lodares aludiendo que “una caída de los costes de producción o una nueva tecnología que permitan fabricar y colocar en el mercado bienes y servicios a precios más bajos”.

La situación actual responde a más a la desinflación que a la deflación como señala Santiago Carbó a EstrellaDigital.es, catedrático de economía de la Bangor University y director de estudios financieros de Funcas, “asumir que hay deflación me parece erróneo. Hay desinflación (inflación negativa) arrastrada fundamentalmente por los precios de la energía”.  

El Bazuca de la inflación

El debate sobre deflación o desinflación, o sobre si existe o no debilidad en la demanda por falta de liquidez, la cerró el Banco Central Europeo decretando la llegada de su programa de compra de bonos, el QE europeo. Según Carbo “la intervención con el QE tenía que llegar”. Mario Draghi presento su plan de reactivación con un programa de compra de bonos que alcanzaría un tope de 1,1 billones de euros.

Empezará en marzo y las compras del BCE se realizarán en proporción a la participación de cada país en la llamada clave de capital del BCE. Así, con la cantidad total destinada a la compra de bonos soberanos se adquirirán un 25,6% de bonos alemanes y un 12,6% de bonos españoles. Se pretende que sea el BCE y no la banca privada la que compre esos bonos, para que ese dinero la banca pueda inyectarlo en la economía real a través del crédito privado.

El objetivo es recuperar la inflación en torno al 2%, que es el porcentaje tipo que el BCE debe salvaguardar. Además, según Carbo “en el QE hay una faceta de protección de la estabilidad financiera europea que es importante. También es posible que el QE tenga efectos positivos en la economía real al reducir el tipo de cambio del euro (aumentando las exportaciones), reducir los costes de financiación y aumentar el crédito”.

Alimentos y Energía

Una de las claves del tema precios es la medición que se lleva a cabo de estos. En España, la inflación se mide a través del IPC, que es una media de una serie de productos respecto de otro año (denominado año base). Es decir, que pueden existir unos precios que suban y otros que bajen como ocurre en la actualidad. Según el Instituto Bruegel, sólo el 30% de los elementos de la cesta de la Unión Europea están reduciendo su precio realmente. Por lo tanto, un 70% de ellos están subiendo de precio.

El eje central la protagonizan los combustibles, junto a los alimentos, y su caída de precio. La referencia del IPC viene marcado por el bajo precio del coste del barril, aproximadamente un 50% al de hace un año. Además, los alimentos también se encuadran como bienes cuyo precios han caído. Desde una panorámica del consumidor no se trata de algo malo que haya caído el precio de energía y de los alimentos, más en un contexto de reducción de salarios y renta disponible.

Entonces, ¿Cuál es el problema? Carbó lo explica alegando que “no es negativo “per se” porque facilita el consumo para unos ciudadanos que, en muchos casos, han visto disminuida de forma significativa su renta disponible. El problema es si es sostenible o no ese nivel porque si los precios son bajos caen los márgenes empresariales y con ellos la producción y el empleo”.

Riesgos visibles y desigualdad al alza

Los economistas tienen claro que las políticas monetarias expansivas siempre tienen unas repercusiones en el largo plazo. Explica Lodares que ya en la gran crisis de 1929 “Milton Friedman defendió con buenos argumentos la idea de que la razón por la que la crisis bursátil de 1929 se transformó en depresión fue la desastrosa política monetaria de la Reserva Federal”.

Por tanto, la discusión radica en sí los efectos primarios, expandir las economías superan a los secundarios. De ella, nace la famosa frase de John Maynard Keynes, el gran maestro económico de estas políticas, “en el largo plazo todos estaremos muertos”. Aunque también debe recordarse que muchos solo se acuerdan de Keynes para gastar y no cuando advertía que durante los ciclos de bonanza los estados debían ahorrar.

El QE europeo puede provocar serios desequilibrios en las economía europeas, Lodares es claro en su diagnóstico “ciertamente los QE no generan inflación pero sí desajustes. Cuando el sistema bancario procede a descontar créditos a largo plazo (como la deuda pública), la coordinación entre los distintos agentes económicos se rompe por entero”.

La desigualdad será otro punto importante que se verá afectada por la llegada del QE. Las políticas de estímulo llevadas en EEUU dispararon la desigualdad, al ser el sector financiero el más beneficiado. En Europa, lo advirtió el magnate George Soros, alegando que “el QE dispararía la desigualdad”.  

En definitiva, que el QE puede tener efectos positivos en la economía aunque sus riesgos son muy altos también. Pero la política expansiva no debe desviar la atención del principal problema que asola Europa que es el excesivo gasto público que debe reducirse.

Por tanto, las reformas seguirán siendo la base esencial en la que debe cimentarse el crecimiento. “Si no hay reformas en Europa y coordinación fiscal, el BCE tendrá que volver a plantearse en 2016 qué hacer” subraya Carbó. La misma opinión que tiene Lodares que recalca que “problema no es un problema monetario. Es un problema de economía real. Y por tanto se deberían profundizar reformas en ese aspecto”.  

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