domingo, abril 28, 2024
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Ralph Sampson, el jugador que desafió a los dioses del deporte

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Lo tenía todo. Un jugador de 2,24 capaz de correr el campo, como si de una gacela en plena sabana africana se tratase. Capaz de saltar 70 cm, alcanzando en alguna ocasión los 89 cm. Una cosa de locos. Era un jugador con una lógica que no entraba en siglo pasado. Ni siquiera en este. Muchos decían de él que era “El jugador del siglo XXII”. Su eco fue tan grande que hasta diarios como ‘Sport Ilustrated’ titulaba varias columnas “En Virginia existe Santa Claus” y el ‘Washington Post’ “…se podría escribir un poema con cada una de sus veinte jugadas de esta noche”.

Ralph Lee Sampson, el megaproyecto que salió de Virginia dirección Houston. Uno de los jugadores con mejores condiciones físicas de la historia y que solo las lesiones frenaron.

Primavera del 79. Dos franquicias de la NBA ya estaban muy interesadas en aquel chaval. Sampson había llevado a su instituto a su segundo título estatal con una soberana paliza sobre Suffolk. En aquel partido hizo 26 puntos y 26 rebotes. Las dos franquicias que primero se interesaron por él, fueron los Spurs y los Pistons. Los segundos llegaron aún más lejos, ofreciéndole al joven Sampson una astronómica cifra. Siete cifras en un cheque. La llamada la orquestó Dick Vitale y la ejecutó Mike Brunker. La cosa acabo con tal desmadre que la propia NBA tuvo que intervenir. La faceta de formación se sobrepuso y se dispuso a elegir universidad ayudado por Roger Bergery, entrenador del Harrisonburg.

La repercusión fue notable, los enviados de las universidades hacían cola en la sureña casa de madera blanca con el número 530 de Harrisonburg para poder hablar sobre el futuro del chaval. Un primer filtro dejo cerca de 180 nombres. La decisión se fue posponiendo mientras pasaba el tiempo y se redujo la cifra a tan solo cuatro: Virginia, Virginia Tech, North Carolina y Kentucky.

Finalmente la agraciada fue Virginia, aunque muchos pensaban que sería Kentucky. La primera idea que chocó en su llegada a la Universidad fue la posición que desempeñaría, obviamente con 2,24 la idea era fácil aunque no para Sampson. Por alguna razón extraña… ¡Quería ser alero! Lo que hubiera significado una auténtica locura para cualquier jugador para Sampson no lo era, al igual que Magic podía jugar en cualquier posición que quisiera desempeñar.

El mismo Red Auerbach, leyenda de la NBA, llegó a preguntar en una de sus visitas, junto a Harry Mangurian y con la presencia de Bergery, al número 530 de Harrisonburg: – Por cierto, ¿qué hay de verdad en eso de que le gustaría ser un alero? El viejo zorro se relamía pensando en cimentar sus Celtics sobre la pareja Bird Sampson.

Antes de empezar a deslumbrar en Virginia volvió a hacer de las suyas, está vez en el McDonald, hizo 23 puntos 21 rebotes y 4 tapones, tres de ellos a San Bowie (era una estrella en su insituto con medias de 18 puntos y 18 rebotes) al que dejó en 6 míseros puntos.

Mientras Sampson cogía impulso en la liga universitaria, se hizo tradición que los equipos con el previsible número del draft fueran a cortejarle para que dejara la universidad y se iniciara en el baloncesto profesional. Los primeros fueron los Celtics por la necesidad de un juego interior potente, ya que, ni Cowens, Fernsten o Robey aportaban grandes números. El ‘no’ del gigante forjó a los Celtics de los 80. Auerbach al saber que Sampson no se presentaría intercambió el número uno, los Warriors elegirían a L. B. Carroll, por la elección tercera más la adquisición de un novato de Golden State. Aquel novato se llamaba Robert Parish y en tercera posición de aquel draft Auerbach decidió reclutar a Kevin McHale.

En su año freshman sufrió con la selección de tiro del que abusaba en distancia de cuatro o cinco metros bajando sus porcentajes. El trabajo de Bill Dunn y John Gamble (ambos con pasado notable en el culturismo) le permitieron ganar más de ocho kilos de potencia, sus piernas más robustas que nunca le hacían volar literalmente. Sus promedios se alejaban de lo normal con picos de 39 puntos y 23 rebotes de media con un tope ante Albermale de 50 puntos y 30 rebotes (22 de 27 en tiros de campo).

Tras la decisión de no presentarse al draft tras su temporada de freshman, volvieron a intentar su cortejo en su segundo año. Sampson dijo que este año tampoco y obligó a Dallas a elegir en el uno a Mark Aguirre y los Pistons en el dos a Isiah Thomas, ambos presentes en los campeonatos de los de Detroit años más tarde.

En su siguiente año fueron los Lakers. Imaginársele junto a Jabbar y Magic era uno de los sueños de Jerry Buss. El otro equipo que aspiraba al uno eran los Clippers, todavía en San Diego. En las duras negociaciones entre Buss y Sterling el de los Ángeles llegó a ofrecerle seis millones de dólares junto a cualquier jugador de la plantilla, Sterling dijo que no ante el temor de que Buss pudiera juntar a Jabbar, Sampson y Magic. El pánico a ser elegido por los Clippers hizo que Sampson decidiera no presentarse tampoco. En el sorteo el 20 de mayo de 1982 los Lakers se quedaron el número uno eligiendo a James Worthy.

Sampson puso camino hacía Houston al año siguiente no sin dejar su nombre entre la élite universitaria. Se convirtió en  Naismith College Player of the Year y ACC Men´s Basketball Player of the Year en tres ocasiones, gesta que solo consiguió Bill Walton, además fue el único en conseguir dos veces el John R. Wooden Award.

Su primera temporada fue elegido Rookie del año con promedios de 21 puntos y 11 rebotes. Al siguiente año llego otro número uno, Hakeem Olajuwon. Ambos formaron las afamadas ‘Twin Towers’ (torres gemelas). La pareja con promedios de más de 40 puntos y 22 rebotes se convirtieron en una pesadilla para sus rivales. En 1985 fue nombrado MVP del All-Star. Su momento álgido fue la eliminación de los Lakers en la temporada de 1986 con una canasta sobre la bocina, el “tiro del bambú” le apodaron.

Su carrera se apagó a medida que las lesiones fueron haciendo mella en sus maltrechas rodillas. Durante las siguientes temporadas que se mantuvo en la NBA pasó por Golden State y después en Utah pero ni siquiera podía aguantar en pista más de unos minutos. Sampson se alejó de la NBA pensando que una liga menos exigente, con un partido a la semana podría ayudarle, eso le llevó hasta Málaga. Duró apenas siete partidos vistiendo la camiseta del Caja de Ronda, todavía recuerdan los más viejos del lugar los aparatosos vendajes que lucía en sus rodillas.

El gigante aun cayó más bajo al entrar en la cárcel por no pagar a su mujer la manutención de sus dos hijas. El karma, los dioses del deporte o la justicia divina decidieron acabar con él por romper todas las normas conocidas en el baloncesto, aun así los mortales recompensaron aquel desafio a los dioses incluye su nombre en el Hall of Fame.

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