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Economía electoral y promesas improbables

EL 80% de los españoles y españolas han declarado al CIS que su preocupación es el paro y la economía. Cabe suponer que este debiera ser el tema más rigurosamente tratado de la campaña. La clave será de donde sacar el dinero y qué gasto acometer en primer término. El marco macroeconómico es fundamental en las decisiones a tomar por el futuro gobierno.

Siempre hay alguien que dice: "bajaremos los impuestos". El PP y Ciudadanos, en este caso, proponen bajadas que no podrán cumplir y siguen defendiendo que ello aumentará la recaudación, algo que nunca se ha producido, en ningún país.

Mientras, PSOE y Podemos proponen subidas de gasto que tampoco podrán cumplir. Especialmente Podemos, que promete aumentar en 15.000 millones el gasto anual, propuesta igual que la de Syriza en 2015, por cierto, y que acabó en desastre.

Especialmente importante será saber qué piensan los partidos sobre el sistema de pensiones Sólo el PSOE ha dado muestras de preocupación proponiendo un impuesto para financiar el sistema. En la parte “salones” del programa de Podemos se señala la financiación impositiva de las pensiones no contributivas y la supresión de la cotización máxima de las bases más altas.

La Autoridad fiscal independiente ha anunciado un seguro déficit en la Seguridad Social y uno probable en el Estado. Así que el nuevo gobierno subirá los impuestos y congelará el gasto. O bien, bajará el gasto y congelará los impuestos. O una mezcla de las dos. En suma, parece difícil el cumplimiento de estas propuestas electorales.

En materia de empleo, la gran preocupación ciudadana según el CIS, los programas electorales son menos generosos en detalles que en otros apartados. De hecho, las formaciones políticas parecen más interesadas en planear sobre la ausencia de empleo que en su creación.

Todos parecen fiar la creación de empleo al resultado del crecimiento económico o de políticas de gestión pública. En realidad, todos los programas con distintas reflexiones, con cifras o sin ellas, vienen a proponer que al final de la legislatura hayamos recuperado todo el empleo perdido en la crisis. Un gesto de buenismo que se agradece pero que difícilmente parece justificarse en las propuestas de programa.

Lo que sí afrontan los programas es la cuestión salarial. Con cierto empeño en casi todos los programas por reconstruir a la clase media, afrontan el problema de las rentas salariales.

Los datos conocidos esta semana revelan una dramática reducción salarial, que en el primer trimestre alcanza un 14%. Hay dos razones: los que se incorporan al mercado de trabajo cobran un 20% menos que quienes están trabajando y el abandono de los convenios como instrumentos reguladores. De hecho, allí donde se negocian convenios, el salario sube en el entorno de un 1,5%.

Las consecuencias son también dos y evidentes: la extensión de los llamados trabajadores pobres y un modelo productivo basado en poca productividad. Quizá convenga recordar las propuestas de los partidos políticos sobre el asunto.

Competitividad y renta básica

EL PP mantiene la política que ha promovido este nivel salarial, con el pretexto de la competitividad. Podemos propone una renta básica que, al dejar de ser universal, pasa a ser como el ingreso mínimo vital del PSOE.

El complemento salarial de Ciudadanos para las rentas más bajas deja el salario justo por debajo de mil; 900 es lo que pone Podemos para su complemento a las familias y 800 para el salario mínimo. Algo menos de 900 es lo que Pedro Sánchez pone a su salario mínimo. Es decir, se nos proponen rentas por debajo del mileurismo en todos los casos. Con este nivel salarial no solo se avecinan tensiones en el sistema de pensiones sino en el propio crecimiento económico.

El dibujo económico electoral es un país donde casi todo el mundo pueda ganar novecientos euros y comprar muebles de diseño barato mientras los que ganan más serán objeto de la fiscalización de la mayoría. El problema es si el sueño electoral se compadece con una economía tan átona como la española y un escenario fiscal tan endiablado. Probablemente, no.

Miguel de la Balsa