sábado, abril 27, 2024
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La mujer de Risto Mejide, violada por su ex

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Como ella precisa en el vídeo de presentación, «es el proyecto más personal, íntimo e importante hasta ahora. Me desnudo y muestro todo eso que no se ve, eso que llevamos debajo de la piel. Lo que nos hace quien somos hoy». Eso es para Laura Escanes ‘Piel de letra’, el libro con el que se ha estrenado en el mundo editorial a sus 22 años.

La mujer de Risto Mejide no es solo ya una de las influencers más populares de nuestro país sino que también quiere ser alguien en la literatura con esta obra en la que no solo habla del amor que siente hacia su marido y hacia otras personas fundamentales para ella, como su madre, sino que incluso se ha atrevido a confesar algunos episodios desconocidos de su vida que revelan que se ha enfrentado a situaciones muy duras y turbulentas.

En esos episodios recuerda cuatro momentos muy duros de su vida: el abandono de su padre y cómo le escuchó irse de su casa después de discutir con su madre al pedirle otra oportunidad, el fallecimiento de un ser querido llamada Delia, el maltrato físico y psicológico al que le sometió una expareja y la violación que sufrió a pesar de oponer mucha resistencia. 

Del maltrato en concreto que sufrió por parte de su éx indica que «él no era de esa clase de hombres, ¿verdad? Eso pensaba yo cuando mis amigas me veían enviar una foto de dónde estaba y con quién estaba hablando. O cuándo me decía que no podía tener amigos. ‘Que no, que es inseguro’, repetía yo. Todo era perfecto, de verdad que lo era. Hasta que me gritó. Me insultó. Y ya dejó de ser normal. Eso no era normal. Me dejó en la puerta de casa, con la bolsa en la acera, sin poder entrar. Me amenazó con grabaciones y fotografías. Me amenazó con quitarme todo lo que más quería y con dejarme sin amigas. Me empujó contra la pared y me dolió. Me hizo daño. Me pegó. Y dejó de ser normal para convertirse en mi pesadilla pero también en mi lucha»

La modelo deja bastante mal a su ex, «cuántas veces necesitabas escucharme gritar ‘no’ para que eso no sucediera. Cuánto empujones y arañazos no debería haber evitado para que te alejaras de mi piel. Me manipulaste, me sobornaste y me obligaste a dejarme hacer algo que no quería. Algo que me daba asco. Algo que me mataba por dentro. Fue en el momento que rompiste mi ropa cuando te veía desde el infierno. Y hasta me veía a mí misma gritando (que no de placer) desde lo más alto del techo. Qué asco. Cuántas veces te habrán dicho que hay gritos que piden socorro y no sexo. ¿Hace falta decir que las minifaldas no piden a gritos ser bajadas? No sé dónde estarás ahora, pero sí que sé que eso lo llevarás clavado en tu mente para siempre. Yo no soy culpable, yo no me dejé. Yo confiaba en ti, y tú te aprovechaste de mí. De mi inestabilidad y de mi alma rota. De mi sangre en alcohol. De mis lágrimas. Ojalá te arrepientas toda la vida de lo que me hiciste vivir. De mi mayor pesadilla».

M. A.

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