lunes, abril 29, 2024
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El arte de la política

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Comparto la vieja idea de que la política es, en esencia, el arte de medir los tiempos. Y a escasas semanas de las elecciones generales del 20 de diciembre, en la España actual los tiempos políticos son sin duda frenéticos. Tres partidos, Ciudadanos, PP y PSOE, tienen al alcance de sus manos la victoria electoral. Las encuestas así lo estiman.

Naturalmente, los tiempos políticos no son tempos melódicos o musicales. El juego de los ritmos de la política se asemeja, por así decirlo, a trenes que pasaran sin previo aviso, en horarios siempre desiguales y parando caprichosamente en estaciones distintas. Estás o no estás. Ni más ni menos. Y hay que coger los trenes. De ahí que acertar en la administración de tales tiempos sea considerado un arte, sin duda extraordinario y admirable.

El discurso, las ideas o los programas se presentan, a priori, como las claves del arte de la política, pero no es cierto. Los discursos ideológicos no son obra de los políticos, sino de los filósofos, los historiadores, los politólogos, los sociólogos, los juristas, los poetas o los publicistas. El político, digamos, se sirve de los discursos construidos, históricamente, por aquéllos. Es decir, asume posiciones ideológicas o pragmáticas, en tiempos muy concretos de la historia, a partir de la selección, apropiación y difusión de mensajes, valores e ideas conformadas por otros con anterioridad a su liderazgo.

La capacidad de gestión tampoco es, a mi juicio, el elemento central de la política. Y menos en cuanto que arte. El político se enfrenta al reto de gestionar los tiempos. Por supuesto, debe rodearse de excelentes gestores, pero los criterios de los mejores técnicos o las ideas más brillantes pueden resultar ineficientes o muy contraproducentes si no es oportuna la coyuntura en que se expresan. Muy pocos son los políticos dotados de esa rara capacidad artística, la de medir los tiempos con sabiduría y precisión. Al final, la idea planteada por el político que domina su oficio, si acierta en los tiempos exactos, actuará como una cuña en una grieta que será capaz de transformarlo todo. Emocionando.

Albert Rivera, líder de Ciudadanos, ha demostrado su dominio de los tiempos políticos. Su capacidad para aguantar los tiempos lentos y duros de la Cataluña de la fractura, el independentismo y la corrupción le acreditaron como un político de fondo, comprometido con todos los españoles, valiente y constante. Su papel de hoy, como futuro presidente del gobierno de España se debe, además, a su destreza a la hora de lanzar su discurso al conjunto del país al mismo tiempo que otros, desde la universidad pública y en su calidad de expertos en técnicas politológicas, ponían en marcha una extraordinaria y feroz campaña de desgaste hacia el corrupto bipartidismo que encarnan al cincuenta por ciento el PP y el PSOE, con su larga lista de profesionales del latrocinio y la mentira.

El 20D está a la vuelta de escasas semanas. De los datos estimados por los gurús de las encuestas, recientemente publicados, me ha llamado la atención que más de un 60% de los encuestados esté tan preocupado por una posible victoria del PP, uno de los grandes partidos decadentes, como por la de Podemos, la opción de la nueva izquierda post-comunista. PP y Podemos expresan hoy la foto de la polarización de la sociedad española. Conclusión, la mayoría de la gente tiene miedo de ambos. Representan el temor.

El viaje de Podemos, desde el populismo latino hasta la socialdemocracia danesa, ha sido tan meteórico que ha despertado la desconfianza de la ciudadanía, empezando por sus bases, incómodas ante tanta estrategia del poder y tan pocas ideas sostenibles. Y es que el oportunismo no es un arte. El tránsito del PP, sin embargo, es justamente el contrario. Ha hecho mas bien una larga parada. Su inmovilismo ha sido tan severo, que su capacidad de movimiento está atrofiada. Solo cambia, lentamente, en la medida en que se pudre políticamente. En cuanto al PSOE, los arreglos cosméticos que ha abordado, sin duda insuficientes, no han permitido la recuperación de su credibilidad, gravemente dañada por la corrupción y por encarnar lo peor de la vieja política. Necesita más tiempo. Mucho más.

Ciudadanos es hoy la única fuerza política capaz de representar la esperanza del cambio en España, sin miedo, sin aventuras, pero desde un programa profundamente regenerador, a partir de reformas de calado, pero evaluadas, viables y sensatas. Con todo, Ciudadanos ganará las próximas elecciones generales no tanto por su acertado programa de gobierno, que lo es, sino porque su líder, Albert, ha sabido proponer a los españoles lo que necesitan en el momento preciso, en el tempo exacto, con arte. Y eso emociona a cualquiera.

Ignacio Perelló

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