No es susto ni muerte, es un regalo bien original: Un nicho. No hablo de la que será mi última residencia, este año los Reyes me han echado un espacio propio en un conocido restaurante donde puedo conservar mis propios vinos. Un regalazo, no quiero dar envidia, lo cuento sin mala uva, es lo último en restaurantes de moda: Alquilar una cava en la que conservar el vino que traes de tu casa –comprado en bodega o en el Carrefour, un gran reserva o el de oferta, preferiblemente que no vaya en tetra brick, claro– y se conserva a la temperatura y humedad ideal en un espacio idóneo.
Ya lo he estrenado, que dice mi madre que hay muertes prematuras, nunca mejor dicho. Anoche organicé una cena con amigos, pedimos platos de la carta y los mojamos con mis vinos y champán.
Es una de las tendencias que más van a dar que hablar pero, de momento, el modelo no está demasiado instaurado. Mi nicho se encuentra en el restaurante La cabra (www.restaurantelacabra.com) de Madrid, un espacio joven, aún no han cumplido un año, en el que a partir de ahora voy a ser el amo y señor. ¡Estoy por montar ahí mi oficina!
Los vinos suelen encarecer las cuentas de los restaurantes, por eso, más que un regalo, ésta va a ser mi forma de ahorro para 2014. Por 100 euros anuales, bebo lo que quiero, porque yo lo valgo. El restaurante no me cobra el descorche –me encanta esta palabra, es tan de la Transición– sólo pago lo que como. Así que aprovechando mi nicho voy a pedir mi última voluntad: ¡Un Rioja, por favor!
El conde crápula