Los ‘indignados’ del 15 M se presentaron este miércoles ante las puertas del Congreso de los Diputados. Y allí se sentaron, lo que empieza a ser una costumbre que atenta contra toda reglamentación de uso de suelo urbano. Y allí se pusieron a gritar: “O pasamos o acampamos”, lo que no deja de ser todo un mensaje tan clarificador como poco democrático.
Pero no sólo gritaron “O pasamos o acampamos”, también llevaron a cabo cánticos casposos, insultos y ataques a la soberanía popular.
Estos indignados, animados por otros iluminados, ya se creen el ombligo del mundo y que están por encima del bien y del mal.
Como mi opinión sobre este grupo, que está a punto de conseguir un máster en esperpento, es suficientemente conocida por todos los habituales lectores de esta columna, me limitaré a ser breve: lo que ayer hicieron los integrantes del 15M huele a 23F. Huele, aunque alguno se escandalice, a aquel movimiento que protagonizó Tejero el 23 de febrero de 1981. Entonces, los que asaltaron el Congreso y los que acamparon fuera como aquel Pardo Zancada, tampoco reconocían al Congreso de los Diputados.
Y eso, en principio, huele mal. Las amenazas a los representantes de la soberanía popular es algo muy grave en democracia.
El que quiera entrar en el Congreso, que se presente a las elecciones generales. Lo demás, algarada o asonada.
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