jueves, mayo 2, 2024
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Aznar, su amor a Libia y la deslealtad a España y al PP

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En el Gobierno socialista y en el PP estaban moderadamente satisfechos de que, a raíz del conflicto en Libia, se había pasado página a siete años de desencuentros en lo relativo a política exterior. A eso hay que añadir otros dos años, cuando el PSOE estaba en la oposición, y con el Gobierno de Aznar surgieron las disputas con Marruecos por el islote Perejil en 2002 y, más grave, la guerra de Iraq en 2003, que hizo saltar por los aires las relaciones en esta materia tan sensible.

Sin embargo, la resolución de la ONU sobre Libia y las revueltas en el mundo árabe han acercado considerablemente a las dos partes a una misma dirección exterior, especialmente a sus líderes: Zapatero y Rajoy. 

El artífice para que se dieran esas condiciones es el Secretario de Relaciones Internacionales del PP, Jorge Moragas, que ha visto en el poco tiempo que lleva de ministra Trinidad Jiménez más sentido común, a la hora de dialogar, que el que pudo encontrar en Miguel Ángel Moratinos en casi dos legislaturas. El talante negociador de Moragas y la predisposición de Jiménez han contribuido, por ende, a que también el Partido Popular haya adquirido un papel protagonista y sea parte de la solución del conflicto. 

Resulta inteligente por parte del PP que haga política de Estado con estas cuestiones pensando, como ha insinuado el propio Moragas, que lo más probable es que dentro de un año les toque a ellos su administración.   

Se recordará que el pasado 22 de marzo, Mariano Rajoy apoyó en el Congreso de los diputados la participación de España en la intervención militar en Libia, al tiempo  y calificó de «sátrapa iluminado» a Muamar el Gadafi . Rajoy, que estuvo informado por Zapatero como nunca antes había sucedido, mantuvo una actitud seria y discreta que alimenta el papel de responsabilidad del principal partido de la oposición.

Y con  toda esta estructura de cordialidad levantada con gran esfuerzo, llega Aznar a Nueva York y abre la boca calificando de «amigo», “aunque amigo extravagante”, al dictador libio y criticando la decisión de la comunidad internacional de poner fin a la represión. La Fundación FAES, presidida por Aznar, en un alarde de malabarismo verbal, difundió un comunicado en el que matizaba sus propias palabras y negaba que Aznar hubiera dicho lo que todo el mundo ha escuchado. El daño ya estaba hecho.

¿Fue un “calentón” o una declaración de intenciones? A lo mejor puede haber intereses, que algunos consideran inconfesables, y que podrían valer su defensa al sátrapa. Según cuentan los que saben escuchar, el “yernísimo” estaría a punto de abandonar sus negocios de Londres vinculados con Trípoli por la crisis libia. Casualidades o no, pero la encendida defensa al dictador no hace más que levantar rumores  sobre amistades peligrosas. Y en determinados lugares cercanos a la plaza de Colón, de Madrid, no está gustando nada. Pero nada de nada y mucho menos después de lo dicho

Lo cierto es que, en su obsesivo afán de criticar a Zapatero por todo, el expresidente ha dejado a su partido y a Rajoy con el culo al aire. En el PP guardan silencio, eso sí, a fuerza de  morderse la lengua. En círculos de confianza algunos responsables populares no dejan de criticarlo, incluso por sus dudas vertidas sobre la incapacidad que tendría España para hacer frente a la deuda externa por el encarecimiento del dinero. El PP, que ha hecho de la economía su principal bandera de oposición, tampoco entiende que haya sembrado dudas sobre la solvencia de nuestro país, sobre todo después de la reunión entre Rajoy y Merkel.

Aunque no llegan a utilizar la palabra, algunos miembros del PP asienten cuando se les habla de la deslealtad desplegada por el expresidente del Gobierno de España.

Ni siquiera Bush, cuyo odio a Obama solo puede ser equiparable al que Aznar le profesa a Zapatero, comete estos errores. Por ser el último, también ha sido el ejemplo mas grave de deslealtad al Gobierno, a España y también a su partido.

Con la pensión vitalicia de Aznar valdría para pagar su silencio, pero por lo que se ve, no su lealtad.

Editorial Estrella

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