miércoles, mayo 1, 2024
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Los dolores de crecimiento de la democracia egipcia

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La batalla política por el futuro de Egipto se abrió el mes pasado cuando la junta militar del país en el poder convocó un referendo para aprobar sus enmiendas a la constitución. La Hermandad Musulmana, respaldando al ejército, superó con facilidad la primera prueba de fuego de la nueva democracia de Egipto, apoyando su voto recomendado «sí» el 77% de la opinión pública.

Pero los revolucionarios laicos de la Plaza de la Liberación contraatacan, constituyendo nuevas formaciones políticas y prolongando su campaña en defensa del cambio democrático. Y la Hermandad, aunque claramente es una fuerza formidable, empieza a fracturarse, con diversas formaciones islamistas planeando presentar candidatos a las parlamentarias de Egipto en otoño.

Lo preocupante es que los comicios del mes pasado cobraron matices religiosos claros en parte de los barrios más pobres de El Cairo. El consuelo es que estas tensiones religiosas, siempre presentes bajo la superficie de la sociedad egipcia, empiezan ahora a ser manifestadas públicamente por los electores en lugar de a través de terroristas suicida.

Este es el aspecto que cobró el referendo del 19 de marzo en el suburbio más pobre conocido como El Cairo Viejo, al sur del centro. Mi crónica procede de Yasmina Abú Youssef, una activista comunitaria que me guió por parte de esa zona en febrero. En aquel momento, ella estaba segura de que la Hermandad Musulmana tenía una influencia escasa en estas barriadas. Pero una vez que el premio político se materializó, parece estar volviéndose más activa.

Abú Youssef y el resto de activistas celebraron una concentración dos días antes del referendo para instar a los residentes a votar «no», razonando que hacía falta más tiempo para redactar una constitución nueva y organizar las formaciones políticas. Al abandonar la concentración, recibió un SMS de un número anónimo advirtiendo de que si no se quedaba al margen, los fundamentalistas le arrojarían ácido al rostro e incendiarían su centro comunitario. Ella volvió a pesar de la amenaza, y fotografió carteles con el mensaje simple: «Sí. La Hermandad Musulmana».

Durante las horas previas al referendo, se extendieron rumores por El Cairo Viejo y por todo Egipto de que al hacer campaña en contra de las enmiendas los cristianos coptos, los musulmanes tenían la obligación de votar «sí». (La constitución vigente, cuya formulación elemental defiende la Hermandad, sí reza que Egipto es un estado musulmán gobernado según la ley sharia; pero este capítulo siempre fue considerado mayoritariamente simbólico, y la mayor parte de los activistas del «no» carecían de planes de cambiarlo).

Abú Youssef había organizado autobuses para trasladar a las urnas a los votantes del barrio. De camino, escuchó a una mujer aconsejar a sus amigos: «Hay que votar ‘sí’ para conservar el islam. Si votáis ‘no’, seremos un país cristiano».

La Hermandad Musulmana se valió de tácticas políticas en bruto. Sus integrantes repartieron comida, productos domésticos y hasta pequeños electrodomésticos entre los electores receptivos. Y ni que decir tiene que los residentes del Cairo Viejo votaron de manera abrumadora a favor de las enmiendas limitadas. Circula el rumor de que un jeque de una mezquita de El Cairo habría dicho a los fieles tras el servicio: «El islam ha triunfado. Ahora, quien no esté contento con el «sí», se puede largar a Canadá o a Estados Unidos».

Los activistas de la Plaza de la Liberación estaban deprimidos tras los comicios, diciendo algunos que su revolución había sido secuestrada por la alianza entre el ejército y la Hermandad. «Todos estábamos deprimidos al cierre de los comicios», decía Abú Youssef. «Acabaron siendo una batalla por la religión, no por la constitución».

Pero durante las semanas transcurridas desde el referendo, los activistas parecen haber encontrado nuevas fuerzas y empiezan a constituir formaciones nuevas para competir con la Hermandad. Está el Partido Democrático Social, que incluye al promotor pro-democracia Amr Hamzawy; el Partido Liberal Egipcio, constituido por Naguib Sawiris, director del gigante de las telecomunicaciones Orascom; y un grupo de izquierdistas llamado Alianza Popular. Se van a constituir muchas más formaciones.

También los votantes musulmanes van a tener un abanico más amplio de elecciones en otoño, al dividirse los líderes de la Hermandad en dos bandos y tal vez cuatro, y constituyendo los salafistas dos partidos y un grupo pro-yihad uno. Ése es el nuevo Egipto, todas las ideologías reprimidas por la fuerza con el Presidente Hosni Mubarak hacen ahora campaña en libertad.

El romance de Egipto con la democracia es emocionante, aunque a veces también desalentador. Pero existe un considerable riesgo que las urnas no paliarán, y es la depreciada economía de Egipto. El turismo ha caído en picado, la producción industrial ha descendido acusadamente y la inversión extranjera se ha detenido en seco.

Nabil Fahmy, antiguo embajador egipcio en Washington, teme que se produzca una contracción del líquido en la economía a mediados de verano. Si la revolución democrática llega a triunfar en Egipto, se impondrá por todo Oriente Próximo, según Fahmy, pero él advierte: «Tenemos un enorme agujero que hay que tapar, y no podemos hacerlo solos».

David Ignatius

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