viernes, abril 26, 2024
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Elecciones sin listas trampa

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Se ha cumplido el decimoquinto aniversario del asesinato del socialista Fernando Múgica. Se le ha recordado en San Sebastián en un acto en el que han participado, entre otros, su familia y los políticos del PSOE Alfonso Guerra y Txiki Benegas, autor de un libro sobre la víctima. La conmemoración ha tenido, como tantas otras, el tinte emocional del dolor expresado abiertamente y la razón moral y política sobre el hecho del terrorismo y sus implicaciones en la vida política, la acción del Gobierno y, en este caso, el desenlace de la estrategia de Batasuna para presentar listas en las próximas elecciones municipales con cualquiera de sus mil caras e identidades creadas para cada ocasión.

El entorno directo del terrorismo etarra trata de fraguar contra reloj la lógica de una nueva estrategia política con los impedimentos naturales de su falta de convicción democrática. Para ellos, y todo parece evidenciarlo, la cuestión de la denuncia de la violencia es un requisito administrativo, una exigencia de la Ley de Partidos que carece de motivación moral y que no es el fruto de una reflexión ética, ni de la definición de un proyecto de convivencia cívica. Atrapados en el debate de la estrategia y de la táctica como lo hacían los viejos leninistas, la llamada izquierda abertzale se enfrente a su futuro inmediato tratando de aprovechar las oportunidades que le ofrece el sistema.

Desde que fueron expulsados de las instituciones, el conglomerado etarra ha visto descender el conjunto de su capacidad operativa: la financiación de las gestoras pro amnistía, las sedes locales cerradas, y reducirse el protagonismo político de los incendiarios en la Euskadi profunda al perder las portavocías municipales y el altavoz público que éstas les ofrecían. Si a esto sumamos la derrota militar que se atisba tras las continuas operaciones que han descabezado a las sucesivas cúpulas de la banda, la situación del terrorismo y de su entramado social es probablemente crítica. Por último, cabe señalar que los presos etarras tan audaces en el exterior, desde las celdas ven con negro pesimismo tanto el futuro de la Euskadi mítica por la que decían pelear como su propio destino personal sujeto a condenas de decenas de años por delante.

En ese escenario, las fuerzas democráticas deben actuar con inteligencia y prudencia política. Deben seguir el ejemplo del gobierno vasco de Patxi López y de su singular apoyo parlamentario, el PP de Antonio Basagoiti. Ambos políticos han dado, en el escenario más difícil, evidentes muestras de un sentido de estado tan ausente en otras ocasiones en la vida pública española. Desde el cambio de gobierno vasco, la estrategia ha sido constante e imparable para frenar la ocupación simbólica de los espacios públicos y la indecente tolerancia que con las manifestaciones de odio e ira etarra actuaban los gobiernos del PNV, y muy particularmente el señor Ibarretxe, de muy desagradable recuerdo.

PP y PSOE deben aprender a comportarse en todo lo que afecta al terrorismo y al final de su existencia según los cánones diseñados en Euskadi por ambos partidos. Y actuar con respecto a la legalización de listas abertzales con contundencia y unidad. El PSOE no debe arriesgar la unidad antiterrorista a un canto de sirena preelectoral por mucho que eso pueda suponer, a largo plazo, de supuesto o presumible primer paso en la desaparición de la banda. Y el PP ha de ser prudente y responsable en sus manifestaciones, intentando superar el modelo de la vieja guardia popular tan insistente en su estrategia de confrontación con el gobierno.

ETA debe desaparecer, por supuesto, y quienes creen en la independencia sin practicar la violencia y condenándola, deben poder encontrar un espacio para sus reivindicaciones. Pero la experiencia dice que hay que ser sustancialmente cautelosos y así como los criminales anuncian treguas de quita y pon no podemos tolerar en nuestra sociedad partidos integrados con principios de quita y pon. No, de ningún modo.

El PSOE debe recordarlo ante el riesgo de un nuevo espejismo, algo contra lo que seguramente el eficaz ministro del interior, Pérez Rubalcaba, debe estar suficientemente vacunado. En estas elecciones, y bajo ningún concepto, debe haber listas negras o blancas, ni ningún candidato que represente el terror. Si quieren iniciar el camino de la integración política y social, como por otra parte parece entreverse, deben aceptar que la democracia española sea especialmente vigilante y que el recorrido que inicien sea necesariamente lo suficientemente largo como para que refleje con claridad cristalina la credibilidad que hoy no tienen, y que ellos mismos han enterrado con sus actos continuos de ida y vuelta.

Rafael García Rico

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