lunes, abril 29, 2024
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Malas noticias

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Al abrir este martes las páginas de este periódico dos malas noticias acapararon toda mi atención. Que suba la luz o que Otegui ahora hable en inglés me pareció irrelevante frente a la triste, muy triste noticia, del fallecimiento de quien fuera mi jefe y amigo Luis Mariñas. De su mano quien estas líneas escribe, entró en ‘Los Desayunos de TVE’, programa emblemático de la televisión pública.

Luego, la vida nos hizo coincidir en otros lugares aunque ya de manera más esporádica. Quienes tuvimos el privilegio de compartir con él muchas horas de conversación sabemos hasta qué punto la vida zarandeó a Luis Mariñas. En un momento determinado su vida y sus afectos se vinieron abajo y él entró en ese pozo negro del desconcierto y el abatimiento. Pero siempre con dignidad, sin aspavientos. Con extraordinaria humildad. En los últimos tiempos, Luis había logrado sacar cabeza de ese pozo negro. Había recobrado sonrisa y fuerza y así, con esa sonrisa suya una pizca socarrona, le ha cogido la muerte.

Sus logros periodísticos están fuera de duda. Hizo casi todo y todo lo hizo bien, alejado de las malas formas y del griterío. Luis Mariñas fue, para muchos de nosotros un maestro y, sobre todo un amigo cuya ausencia duele y de verdad.

Las adversidades como la muerte hay que aceptarlas. No hay que buscarlas porque vienen solas. Otra cosa distinta son los «sinsabores»; esos malos ratos perfectamente evitables o por lo menos no absolutamente inevitables. Y un sinsabor profundo produce el saber que CNN+ va a ser sustituido por un permanente Gran Hermano. El canal en el que periodistas de la categoría como Iñaki Gabilondo o Antonio San José, entre otros muchos, nos han tenido al corriente de cuanto ocurría y que para nosotros los periodistas era una herramienta de trabajo, se va de la pantalla. Triste y lamentable es que el mundo de la información sufra semejante amputación pero tan triste o más es que ese espacio vaya a ser ocupado por un programa del calibre como Gran Hermano, espanto televisivo donde los haya.

Allá las empresas privadas con sus dineros y sus objetivos. Son libres de hacer y deshacer a su antojo. A los demás nos queda el derecho a mostrar nuestro disgusto ante determinadas decisiones y el firme propósito de no ayudar ni por un segundo a que negocios, como el de Gran Hermano, sean rentables.

Charo Zarzalejos

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