(Toda paradoja encierra una motivación oculta, un mecanismo que encubre algo sustancial)
Que en nombre de la izquierda se ponga en cuestión la Ley de Amnistía de 1977, cuya conquista costó -sólo en una semana en aquel mes de mayo- siete muertos y varios heridos de bala en las manifestaciones que la reclamaban en el País Vasco. Más aún, presentarlo como una concesión al franquismo, cuando fue un canto al olvido para la reconciliación, según los discursos políticos de entonces de los partidos de izquierda y nacionalistas (véanse los de Arzalluz y Benegas, entre otros).
Que demócratas de toda la vida critiquen en sus tribunas al Gobierno porque «deja hacer» (al Supremo en el proceso contra Garzón), poniendo en solfa la separación de poderes.
Que el PNV no apoye la solidaridad con Garzón planteada por el PSE, no por haber abierto una causa penal contra el franquismo sino porque «no puede apoyar» (Egibar) a quien instruyó el sumario 18/98 sobre el entorno de ETA y quien decretó la suspensión de Batasuna tras la aprobación de la Ley de Partidos.
Que Falange, partido residual sin representación política, haya sido el artífice del procesamiento a Garzón.
Que los antaño críticos feroces del magistrado cuando instruía el ‘caso GAL’ hoy lo elogian y lo ensalzan en los mismos medios de comunicación.
Que Luciano Varela, magistrado con trayectoria ligada a la izquierda judicial, quien presentara a Garzón en 1992 como el juez «imaginativo y valiente» 20 años después, haya argumentado en su auto de procesamiento que en derecho no hay lugar a la «imaginación creativa».
Que Manuel Aragón, el magistrado designado por el PSOE, impidiera que saliera adelante una sentencia favorable al Estatuto de Cataluña en la última redacción del Tribunal Constitucional.
Que Montilla cuestione la legitimidad del Constitucional y sugiera (ahora) la recusación de magistrados cuando tanto el PSOE como el PP no han impulsado su renovación.
Que el líder del PNV, Iñigo Urkullu , advierta de que «no olvidará» el proceso judicial contra Egunkaria cuando fueron algunos de sus portavoces (Atutxa y Egibar) quienes afirmaron en los años noventa que el diario estaba controlado por el binomio ETA/Batasuna.
Que el PNV, EA y Aralar recelen del Plan de Educación para la Paz, que establece el testimonio de las víctimas del terrorismo en las aulas del País Vasco, cuando han sido testigos de la amenaza y el asesinato de sus oponentes.
Que quienes invocan la vigencia del franquismo no destaquen la aún vigente amenaza de ETA a varios miles de personas en el País Vasco.
Que quienes criticaron duramente al Gobierno socialista al grito de «¡Váyase, Sr. González!» por la corrupción y la financiación ilegal hoy se encuentren desorientados por la corrupción descubierta en sus filas.
Que entre los ministros de la Iglesia se haya encubierto el delito más vil, el del abuso a menores, durante tantos años y en tantos lugares, considerando sólo pecado lo que es un delito.
Que el polvo de ceniza volcánico produzca las más bellas imágenes y colores mientras anega los cielos y deja a los países ante sí mismos.
Chelo Aparicio