El vídeo navideño del Partido Popular con fotos infantiles de los que son sus principales dirigentes -Rajoy, Arenas, Soraya, Pons, García Escudero, De Cospedal y Mato- lo dice todo: son como niños. Es decir, desde Rajoy al último mono, o mona, de su equipo, son una pandilla de aprendices que no existen ni pintan un pimiento en la política nacional. Si no son capaces de poner orden, autoridad y cohesión en su propio partido, ¿cómo van a hacer oposición y presentar una alternativa con la menor credibilidad?
Lo que acaba de ocurrir con la visita de Esperanza Aguirre a la Moncloa para aplaudir -en defensa de sus particulares intereses madrileños- el plan de financiación autonómica de Montilla, que vende Zapatero, puenteando a Rajoy y asumiendo ella el liderazgo del PP en tan importante cuestión, es una prueba definitiva de que el PP está sin dirección, liderazgo y autoridad. Y las penosas declaraciones de De Cospedal y Montoro diciéndole a Zapatero lo que no se atreven a decirle a Aguirre, sólo confirman la incapacidad de los dirigentes del PP para cumplir su función y la inexistencia política del presidente Rajoy, como bien pudo apreciarse en su escaño vacío en el día de la votación de los Presupuestos del Estado. O cuando dijo que la Fiesta Nacional era «un coñazo».
O sea, Marcello se va con Pepe Oneto a Nueva York a comprarle a doña Esperanza Aguirre unos calcetines blancos, que no sólo son del color de la pureza sino también de la bandera blanca de nuestra rendición, porque ya estamos dispuestos a agitarla en la Puerta del Sol, a los pies de su balcón, porque guste o no, tenga malas, buenas o regulares compañías, está visto que la Condesa de Bombay es lo único que existe en el PP.
Y porque hemos llegado a la conclusión de que Rajoy, además de un vago de siete suelas y de carecer de la menor autoridad y redaños para hacer la oposición y mandar en el PP, es un político al que España le importa un pimiento y el PP dos. Porque si es cierto, como parece, que Zapatero es un peligro para España y para los españoles, y Rajoy es incapaz de levantar el menor entusiasmo, no ya entre el conjunto de los españoles, sino ni siquiera entre votantes y militantes del PP -¿acaso Arriola no le dice la verdad?-, en pleno hundimiento de la economía y desbordamiento del paro. Entonces ¿a qué espera don Mariano para dar un paso atrás y ofrecerle todo el liderazgo del partido a alguien con ganas, que ofrezca expectativas y que pueda ganar las elecciones, Gallardón, Rato, Camps o la propia Aguirre, ya que está tan empeñada? Aunque sólo fuera ¡por España!, o por el PP, ¡váyase de una vez, señor Rajoy! Y deje de ocupar el lugar del perro del hortelano que ni come ni deja comer. ¡Por España!, hombre. Además si está huido y todo le parece -hasta la Fiesta Nacional- un coñazo, y es incapaz de mandar dentro del PP, entonces díganos: ¿a qué juega usted?, ¿a comer en Zalacaín con la tarjeta Visa Oro del PP?
Mire, señor Rajoy, Marcello se creyó el cuento chino del giro al centro del congreso nacional del PP en Valencia, y díganos: ¿Mayor Oreja, el político trampa del discurso trampa y monotemático, representa el centro en el PP? Pues sí que estamos bien. ¡Viva la Condesa de Bombay! ¡Viva Esperanza! ¡Vivan las caenas! Y se acabó el carbón, y los doscientos días de prueba que les hemos dado a los «niños del coro» de la dirección del PP. Y mira que a mí Pío, Soraya y Pons no me parecían nada mal, pero hemos llegado a un punto de no retorno, y estos tres se deberían despedir de don Mariano con un «ahí te quedas, majo», dejándolo en la intrigante compañía de Arenas y sus adoradas preferidas, la Mato y la Cospedal, ¡campeón!, ¿qué las das? Y dice el sevillano, en el anuncio de Navidad, que él quiere para todos los españoles la igualdad, pero en las fotos del anuncio el niño Arenas es el único que tiene un coche en la mano, que le han echado los Reyes Magos de su papá.
¿Y nuestro alcalde Gallardón? Pues después del Metro en la Comunidad; y de la M-30 en la capital; ahora se acaba de inventar, para las tuneladoras de su entorno social, lo del entierro de la estación de Chamartín que, sin duda, dará mucho negocio y mucho que hablar. Y se queda con el cuento chino filipino de la Olimpiada -mas pelotazos-, tras abandonar el sueño dorado del poder en el PP, de la presidencia del Gobierno de España, de la gran reforma democrática de la nación, de convertirse en el Obama español, en el amo del centro político, en el defensor del periodismo democrático, etcétera. Pues Gallardón, si te vi no me acuerdo. A Gallardón la lengua se la comió un ratón. Se tragó su expulsión de la lista de Madrid al Congreso, se está tragando la nominación de Jaime Mayor a las elecciones europeas. Se ha comido de un bocado el golpe de mano de la Condesa de Bombay en Caja Madrid. Y está desaparecido y escondido tras las anchas espaldas de Manolito Cobo, que se lleva todas las bofetadas mientras el alcalde se hace el cojo.
Entonces, ¿qué queda en el PP, o del PP? Pues la presidenta de la Puerta del Sol. De manera que vamos a ver si le compramos unos calcetines y ella nos invita, condescendiente, a comer en Cipriano -¡nada de Zalacaín, por supuesto!- unas lentejitas con su choricito y un par de huevos fritos con sus patatitas y todo. Además, nosotros no somos del PP, ni del PSOE, ni de IU, ni de los nacionalistas, ni de Rosa Díez, y mira que esta señora nos cae muy bien. Pero coincidíamos con el PP en que lo de Zapatero es un peligro para este país. Pero, claro, Marcello sólo no se puede ocupar de todo, así que a la Puerta del Sol iremos a llevarle los calcetines de Reyes Magos a la doña de la capital que, buena, mala o regular, al menos existe, lo que en el PP es toda una novedad. Es un poco fugillas y muy de derechas, pero existe y eso nadie lo puede negar. Por eso estamos ensayando un bonito villancico que le vamos a cantar:
«De quien son estos palacios/ con ventanas y balcanos/ serán de Esperanza Aguirre/ que tiene ¡muchos cojones!/ Arrre, arre, arre/ la marimonerna…»
Marcello