jueves, mayo 2, 2024
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Para separarse primero hay que estar juntos

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Desde hace unos años se viene dando por cierto que con el verano aumentan las separaciones. Si bien los datos en los que se suele apoyar esta afirmación no son del todo concluyentes, a veces por lo dudoso de la fuente y en otras por que no se sabe muy bien qué separaciones se computan. Baste recordar que muchos divorcios que se formalizan en septiembre iniciaron su proceso mucho antes del verano.

No obstante sí que parece que el verano o quizás sea más correcto decir: “la convivencia que propicia el verano” puede producir nuevos reajustes en la pareja. De los que puede derivarse, en ocasiones, que se acabe en separación o divorcio. Pero, también y quizás en parecido porcentaje, que la pareja se sienta mucho más pareja después del periodo estival.

Las vacaciones de verano “obligan” a compartir tiempos y espacios y hasta a tomar decisiones en común: playa o montaña, apartamento u hotel, una semana o quince días…. Claro está que se supone que todo esto debería ser habitual en una pareja y casi con toda seguridad que lo ha sido. Son cientos las decisiones que la pareja ha tomado  al empezar a convivir, sobre la residencia, la decoración, los hijos, los horarios… Pero también es habitual que, el paso del tiempo, acabe convirtiendo todo esto en costumbre y la pareja “se deje llevar” por lo decidido, de tal modo que las nuevas decisiones sean son solo consecuencia de las anteriores.

El tiempo y el espacio también se supone que se comparten a diario, pero siendo honestos… qué tiempo, qué espacio. ¿Qué tiempos quedan después de la jornada laboral, de las compras, de las extraescolares, del fútbol…? ¿Y espacios? ¿El salón, la cocina, el dormitorio? Eso sí… casi siempre con prisas y cansados.  Hay parejas, sobre todo si tienen hijos, que ya han olvidado lo que es salir al cine o a cenar y hacer algo que no sea cuidar de los hijos o descansar –trabajar-descansar-trabajar…

En definitiva que, de algún modo, las vacaciones de verano en pareja sitúan las cosas en algo parecido a un nuevo punto de partida. Lo que significa que para muchas parejas es retomar la pasión, la intimidad y el compromiso pero, por las mismas, para otras (y ahora sin la venda que suponen las rutinas y las costumbres) es darse cuenta que queda muy poco de cada una de esas cosas y que, por tanto, la separación puede ser una salida.

Otro aspecto que abunda en lo mismo es que durante el verano (con más tiempo libre y más desconectado de preocupaciones laborales o cotidianas) también se es más proclive a nuevas interacciones y a conocer gente, más aún si el lugar escogido para las vacaciones lo facilita. Lo que también puede beneficiar que la pareja crezca como tal y refuerce sus vínculos o que la pareja que, muy probablemente, ya estuviera rota antes delas vacaciones se haga un poquito más consciente de que quizás no fuera del todo cierto eso de que “hasta que la muerte nos separe”.

Carlos de la Cruz

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