domingo, mayo 5, 2024
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«Los medios hemos consentido todo, hasta la mentira»

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Fue director del diario «El Correo» y de «ABC» en años decisivos. En el diario de Bilbao durante el quinquenio 1993-1998, función que sumó a otros nueve años como director adjunto y presidente editorial del mismo Grupo de prensa. En ABC durante dos períodos: desde 1999 a 2004 y desde 2005 hasta 2008. En el libro «La destitución» (Editorial Península) ofrece una amarga reflexión sobre el papel del periodista y su relación con los editores y gestores de prensa, trabada a partir de su marcha de Bilbao, tras un durísimo boicot al periódico por parte del PNV, y de su cese como director de ABC, fruto de la mezcla de maniobras empresariales y políticas en plena división del centro derecha tras las heridas del 11-M. Con la serenidad que produce el paso del tiempo extrae, sin embargo, de su fecunda trayectoria la importancia de la independencia rebelde del periodista, al servicio de un producto no sólo mercantil, sino a la producción de ideas.

Chelo Aparicio.- Mencionas en tu libro la sustitución de una forma de hacer periodismo, la de los editores de prensa, por otros productos meramente mercantiles. ¿Tan mal está la profesión?

José Antonio Zarzalejos.- El problema es que hay una sustitución de editores a gestores. El editor era un hombre que no ponía el negocio por encima del proyecto y los gestores ponen el negocio por delante del proyecto. El proyecto es económico, es mercantil, pero el proyecto es ideológico, es social, es de valores ¿no? Y nosotros servimos mucho más al proyecto que al negocio. Los periodistas somos más servidores del proyecto editorial que del negocio editorial. Son dos cosas diferentes. Y el gestor que no entienda que somos así, que ésa es nuestra obligación, terminará arrasando, que es lo que está pasando en esta crisis.

Ch. A. Un periodismo que bascula hacia la trinchera. Que va y vuelve de la trinchera, que distorsiona a veces…

J.A.Z. Te exigen una alineación, que es una alineación política, económica o empresarial. Muchas veces eso va contra tu propia conciencia, tu deber deontológico. Que es lo que se plantea en los grandes asuntos como, por ejemplo, en relación con el 11 M.

Ch.A…..Sobre ese tema te plantearía mis dudas: una cuestión periodística. La posición de ABC fue claramente contraria a lo que se ha dado en llamar la «teoría de la conspiración». Pero si un medio, unos periodistas, con independencia de sus intenciones, quieren sacar cosas que aún están ocultas ¿No es lícito que hagan? ¿Puede cuestionarse el que sigan investigando, porque es «la teoría de la conspiración»?

J.A.Z. En relación con el 11-M yo estaría de acuerdo al ciento por ciento con lo que tú me dices. No me molesta que haya periodistas que indaguen los aspectos ocultos. No solamente no me molestan, si no me parece que es una obligación, un requerimiento profesional siempre y cuando (enfatiza) se cumplan algunas premisas sin las cuales eso no es investigación sino agitprop.

Y voy a ser claro en lo que quiero decir. A mí, un señor o unos señores que están acusados de gravísimos delitos, que abran un periódico a cinco columnas me parece una impostura periodística. Porque le están dando a las versiones supuestamente investigadoras una credibilidad que al propio Estado en sus instancias más independientes, como son las jurisdiccionales. Me estoy refiriendo por ejemplo a cooperadores necesarios que han sido condenados a grandes penas de cárcel, y éstos señores abrieron el periódico El Mundo a cinco columnas diciendo que se había dado un golpe de Estado. Y luego la Audiencia Nacional le condenó (a uno de ellos) por cooperación necesaria a 191 años de cárcel por asesinatos… Quiero decirte que cuando los delincuentes son los que teóricamente destapan el delito ¿quién conduce a quién? ¿qué pretensión hay detrás del protagonismo de esos delincuentes? Y no solamente estoy hablando de un cooperador necesario, estoy hablando de cómplices, de fabulaciones…Todo aquello que se decía de la teoría de la conspiración ¿en qué ha quedado? En nada ¿Y sabes por qué? Porque todas las fuentes estaban contaminadas porque estaban implicadas. Lo que buscaban era su exculpación y no estaban buscando la verdad del 11 M.

Ahora, que haya investigación realmente independiente, de fuentes fiables…me parece perfecto. Es más. En este momento todavía hay nuevos datos sobre el 11 M. Fernando Reinares ha escrito en sus últimos artículos una visión nueva sobre el 11 M, porque además las sentencias no lo relatan al fondo, que es la dimensión internacional del 11-M. Pensamos que era un célula local y ahora estamos viendo que era una estrategia más global… A mi juicio, Fernando Reinares está aportando luz que completa mucho más la versión final de lo que fue el 11-M

Que sin duda fue realmente un atentado yihadista , que pilló a España a contra pié, con los servicio de inteligencias muy focalizados en el terrorismo de ETA, con muchos elementos que propiciaron la confusión, como los famosos trenes, donde ETA ya había intentado también algún tipo de atentado, y es verdad que había margen para un tipo de confusión y margen, incluso, para una comisión de investigación. Pero claro, cuando ya no se acepta ni siquiera la comisión de investigación y se cuestiona todas las instancias que van interviniendo en la investigación y se hace a través de personas que están implicadas en el procedimiento, acusadas de graves responsabilidades, entonces, evidentemente, ya no estamos ante una operación periodística plenamente legítima sino ante una operación comercial y política, que es lo que yo vi cuando regresé al periódico (ABC) en el año 2005 y 2006. Yo no puedo avalar ni con mi silencio toda esta teoría de la conspiración porque es una farsa. Una farsa para vender más periódicos, para radicalizar la vida política; una farsa para deslegitimar unas elecciones, una situación extraordinariamente delicada. Yo creo que si ABC si entra en esa dinámica la legitima

Ch. A. Fueron años muy duros. Con graves insultos hacia ti y hacia tu periódico.

J.A.Z. Fue una estrategia comercial, con inyecciones de adrenalina a la audiencia de un señor (se refiere al periodista Federico Jiménez Losantos) que buscaba el éxito y se hizo un hueco con una personalidad, aún a costa de cargarse lo que entendíamos eran reglas de compromiso en el periodismo. Fue un fenómeno coyuntural entre un periodista o unos periodistas, apoyados en este caso por el cardenal de Madrid, responsable de esta situación, Rouco Varela, por el que decidieron cargarse unas reglas de compromiso.

Ch.A. Entonces, en esta situación ¿vale todo?

J. A. Z. Sí, vale todo, hasta las reglas que teníamos nosotros en nuestro oficio y en función de las cuales teníamos límites y rayas rojas que no superábamos. Y este señor las supera todas. Las desbanca, las rompe, las tritura. Pero creo que es un fenómeno que se está demostrando como muy coyuntural.

Ch. A. ¿Hacia dónde vamos?

J.A.Z. En el libro sopeso cual es el papel del director, cual el de la deontología profesional, qué relación tenemos que tener con los propietarios y con los editores, qué derechos profesionales tenemos los periodistas frente a nuestra propia empresa, no ya de carácter laboral, o de carácter profesional; qué compromiso tenemos los periodistas con la sociedad, sea cual sea la empresa informativa en la que estemos. Tenemos un derecho y una obligación de veracidad y de rigor, porque la sociedad nos lo ha dado. Y yo creo que con generosidad, porque nuestra Constitución prevé dos amparos específicos a los periodistas, por una parte, el secreto profesional (incluso ante los jueces, en la jurisdicción penal), y otro es la cláusula de conciencia, que nos permite oponer una razón ética, deontológica, ante nuestra empresa si cambia de orientación y pretende obligarnos a escribir contra nuestro criterio … Y eso está al máximo nivel constitucional.

Ch.A. La «destitución» (como director de ABC) llega años después de tu experiencia en El Correo, el boicot del PNV…

J. A. Z. En el año 1996 y 1997, El Correo llega a una enorme punta de influencia social. Pasa de ser un periódico que no tiene opinión, que no tenía contenidos culturales, que no hacía editoriales, a ser un periódico en el que nace una sección de opinión, con la incorporación de intelectuales también de la izquierda, de gentes de la universidad y de las fundaciones, con la incorporación también de firmas que venían del País Vasco. Quisimos hacer un periódico con un modelo un poco al estilo de La Vanguardia. Es decir, fuertemente enraizado en el País vasco, como ya estaba el Correo: yo lo recibí con éxito de difusión, pero con una gran proyección externa. Y, claro, al PNV eso le pareció excesivo, porque impactábamos fuertemente en sus bases. Nosotros representábamos a un amplísimo espectro social que iba desde la derecha a la izquierda no nacionalista pero que nos veían con comodidad los nacionalistas, y lo que hacen es desatar un boicot por una cuestión menor.

Por primera vez yo veo cómo en el año 96 y a principios del 97 (primavera del 97) los gestores del Correo no aguantan y no quieren tener esa conflictividad, y entonces llegan a un pacto con el PNV. Un pacto para resolver el conflicto con El Correo que pasa porque el director de una muestra de «subordinación» Y yo que me encuentro en ese momento absolutamente desasistido publico en el periódico una carta contra mí del instigador del boicot como moneda de cambio para que cese la campaña (pintadas en las calles, los pasos de cebra, etcétera) En ese momento tomo la decisión de irme al cumplir los cinco años (enero de 1998). Sencillamente yo creo que no soy un hombre cómodo, nunca fui un hombre fácil, pero se que soy un hombre convencido. He sido un hombre razonable pero no he sido un hombre subordinado.

Ch. A. Volviendo sobre esa reflexión amarga, ese «periodismo imposible» del que hablas en el libro; la sustitución de los periodistas por «manager»…

J.A.Z. Yo creo que hay muchos periodistas que se acercan a la profesión con la más noble intención. Lo que pasa es que se está confundiendo la forma con el fondo. Porque las nuevas tecnologías en manos de periodistas no tienen que ser menos rigurosas que el papel. No es un problema de instrumento. Es un problema de que nosotros no seamos transparentes. El problema es que prescinden de nosotros los gestores, ése es el problema. Porque somos incómodos y tenemos unas exigencias deontológicas y profesionales, que cuanto más puedan diluirse hacen más cómoda la gestión del negocio. Los editores estaban acostumbrados a tener periodistas de raza. Los gestores están acostumbrados a tener trabajadores en una cadena de montaje. Nosotros somos conflictivos porque nuestra naturaleza es conflictiva. En cambio, ellos quieren gente normalizada, estandarizada…que no plantee problemas ni deontológicos, ni profesionales.

Yo creo que volverán los buenos tiempos. Nada se arregla si no tiene previamente una travesía del desierto, una crisis que ya hay incluso en este momento atisbos de que la catarsis se está produciendo, porque los negocios tradicionales se están viniendo abajo y va a surgir una nueva fórmula de comunicar, de los valores, la veracidad, es el rigor, Sin respetabilidad no hay comunicación y la respetabilidad la damos nosotros. Hace falta tiempo porque en este momento los medios de comunicación se mueven en la indigencia. Hemos pasado de una década prodigiosa a una situación de indigencia, donde no hay dinero más que justo para ir tirando. En España se han producido unas reducciones de plantilla en este año de 2009 de 3.000 puestos de trabajo en las redacciones españolas. Hace falta que los medios sean también empresas suficientes, que no tengan que depender más que del mercado en sentido genérico.

Ch. A. ¿Qué piensas de cómo tratan los medios la corrupción política, según de quien se trate?

J. A. Z. Todos los fenómenos están encadenados. La depresión de los medios de comunicación está encadenada a la depresión de la clase política y la depresión de la clase política está encadenada a la depresión de los medios y a la corrupción. La corrupción es el estuario de un gran río social que se va deteriorando. Se deterioran los medios, la clase política, hay un deterioro del clima social y aparece la corrupción. Si tú en este momento pegas un salto atrás y te pones a principios de los noventa, aparece un fin de ciclo agónico, convulso, que saca lo peor de la gente, un «sálvese quien pueda». En este momento con la Gürtel, con Pretoria, y otros casos de corrupción, y como los medios no hemos sido los referentes éticos en los últimos años, nos hemos instalado en el establishment , hemos formado parte de la nomenclatura, hemos consentido todo. Hemos consentido hasta la mentira, Y hemos jugado con la mentira; deteriorado con nuestra falta de credibilidad a la sociedad española y tenemos unos casos de corrupción que son tercermundistas. Un secretario del Tesoro de en Gran Bretaña dimite por 47.000 euros dudosamente subvencionado y nosotros tenemos aquí presidentes de comunidades que están a un paso del banquillo y que le están negando al Supremo su capacidad para dictar indicios, que algunos hay… Cuando lo lógico sería que se apartase para que todo fuese transparente. La corrupción son procesos terminales, agónicos, Cuando aparece la corrupción es fin de ciclo.

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