Como excepción, merece una mención especial el diputado socialista en la Asamblea de Madrid Antonio Carmona, quien entregó su acta en diciembre del 2002 tras conocerse que había «bromeado» en una reunión con comerciantes de Aranjuez con la posibilidad de «hundir otro barco» para conseguir más votos, en plena resaca de la catástrofe del Prestige.
«Desafortunadas» declaraciones, es lo máximo que los políticos parecen estar dispuestos a admitir cuando incurren en pecado de palabra y no hay periodistas a quienes echar la culpa. Castro ha reconocido que sus palabras fueron desafortunadas y la FEMP acepta sus disculpas con el apoyo de PSOE, CiU, IU y el PAR.
Claro que no fue a los votantes de ninguno de estos partidos a quienes se refirió el alcalde de Getafe.
También es reciente la polémica surgida después de que el ex presidente de la Xunta de Galicia Manuel Fraga respondiese a una pregunta sobre si convendría ponderar el peso de los nacionalismos que habría que hacerlo «colgándolos de algún sitio».
Palabras «desafortunadas»
Fraga ha recurrido a un clásico: la polémica responde a una «interpretación torcida» de sus palabras y, aunque no ha querido admitir el socorrido «desafortunadas», al menos ha hecho una apelación al lado humano: «si tuviera que contestar cincuenta preguntas en 50 minutos, me gustaría ver cómo saldría usted…»
Y es que la presión les aturulla y, a veces, dicen cosas que no piensan, como cuando la dirigente del PP Ana Mato dijo en una entrevista radiofónica en la campaña electoral de las últimas generales que los niños andaluces son «prácticamente analfabetos».
Mato cumplió con el trámite de disculparse y admitió lo desafortunado de sus palabras, pero no pudo evitar un añadido: hay que tener «mala fe» para creer que estaba pensando realmente eso.
El entonces secretario de Organización del PSOE José Blanco fue de los más rápidos en disculparse cuando a mediados del 2006 dijo que parecía que Angel Acebes tenía «parálisis cerebral» y pocas horas después pidió perdón y explicó que se refería a la «parálisis de ideas» del dirigente del PP.
De las disculpas saben también el alcalde la Orotova (Tenerife), Isaac Valencia, de CC, quien consideró que las costas canarias estaban «a merced del moro»; o el concejal socialista de urbanismo de Puertollano (Ciudad Real), Antonio Rodríguez, que, cuando una concejala del PP le preguntó por el arreglo de unos caminos, respondió: «tú sigue yendo por esos caminos, que te van a echar un polvo».
Tono informal
Muchos recurren al tono informal de sus palabras, como hizo el senador del PP por Melilla Carlos Benet cuando en diciembre del 2006 se disculpó por haber dicho en una rueda de prensa que «Pavía entró a caballo en el Congreso, Tejero con una pistola y el señor Zapatero con un tren de cercanías».
En el capítulo de disculpas que no lo parecen destacan las de Felipe González en la última campaña electoral, cuando, tras el revuelo causado por sus comentarios en un mitin sobre unas declaraciones de Rajoy, dijo: «yo no le llame imbécil, sino que lo que dijo era una imbecilidad».
Las palabras de González habían sido: «…alguien que pueda decir de sí mismo, soy más inteligente, más moderado y más no se qué que Zapatero… aunque fuera verdad… eso sólo se le ocurre decirlo a un imbécil».
Otra petición de disculpas curiosa fue la del presidente de La Rioja, Pedro Sanz, cuando en enero del 2007 admitía que sus palabras, en el sentido de que le importaba «un pimiento» quien hubiera grabado en secreto a Zapatero en la reunión de la Conferencia de Presidentes, que lo importante es lo que éste hubiera dicho y lo demás… «que les den por ahí», no habían sido ni oportunas, ni brillantes.
«Si mi mayor error es ése, que todos los fallos en mi vida política vayan por ahí», dijo Sanz en el parlamento riojano y retó al líder socialista: «tengo más errores y a ver si usted los encuentra».