sábado, abril 20, 2024
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Sonata de otoño

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Han pasado semanas sin que ninguna agrupación feminista haya abierto la boca tras las declaraciones de Almudena Grandes sobre el arrobamiento de unas monjas ante la sola idea de ser violadas por heroicos y sudorosos milicianos. Previsible, pero no por eso menos doloroso. Algún rechazo tuvo el desahogo de Cristina Almeida, el mismo día, sobre la quema de libros políticamente incorrectos, pero bien medido para no molestar demasiado a las progresistas de dogma y bula.

La violencia doméstica sigue evidenciando el fracaso de una Ley Integral mal concebida. Franco culpable, afirma una ministra. Como si el general hubiera gobernado en Ecuador, Perú o la República Dominicana, y además en toda Europa, o en todo el mundo mundial, puesto que son muchos los países que sufren la lacra en grado igual o mayor que nosotros. Lo que ocurre es que aquí, como en la lucha antiterrorista, no hay fórmulas milagrosas.

Estábamos tan bien preparados contra la crisis made in USA que apenas nos llegaban sus salpicaduras, y menos a los bancos. Hoy, la Bolsa española ha perdido más que la americana en lo que va de año. Y como cabía temer, la mala marcha de la economía en general y de la industria del ladrillo en particular ha golpeado duramente a una banca, cuyos máximos exponentes -Santander y BBVA a la cabeza- han sufrido la más drástica caída de cotizaciones.

Somos el país con mayor porcentaje de parados en toda Europa. Hemos superado los tres millones, aparte de los muchos inmigrantes ilegales que perdieron su puesto de trabajo sin dejar huella en la estadística. Nuestra productividad es tan escasa como altos son nuestros índices de absentismo laboral. Y la balanza de pagos no va mejor.

Los más de cien mil abortos provocados al año nos parecen pocos. Se cambiará el Código Penal para dar más facilidades. La protección a la vida y el rechazo de la violencia, según y como.

El espectáculo de Azpeitia tras el asesinato de un empresario de las obras de AVE ha puesto de relieve el cáncer producido por décadas de terrorismo y nacionalismo excluyente. En una población de 15.000 o 20.000 habitantes, sólo nueve acudieron a la primera manifestación de protesta. Hasta se aprovechó la ocasión para colocar colgaduras en los balcones exigiendo el regreso de los presos etarras. Las pocas lamentaciones locales hablaron de muerte y no de asesinato. Y los compañeros de juego del asesinado continuaron su partidita de mus. En homenaje a la víctima, dijeron después.

El día de la Constitución se celebró con mayores ausencias que otras veces. A la provocación de los pequeños partidos de siempre -también por pasiva se puede ofender- se unió este año Coalición Canaria. Mientras, un diputado de Esquerra Republicana escenificaba en Barcelona la quema de la Carta Magna, pedía la muerte del Borbón y calificaba de corrupto a ese Tribunal Constitucional que ya se ha tomado tres años para pronunciarse sobre el nuevo Estatuto de Cataluña. La venda antes de la herida.

Las únicas alegrías son los continuados éxitos policiales contra ETA. Lástima, sin embargo, que el paréntesis de las negociaciones o conversaciones los haya retrasado innecesariamente.

José Luis Manzanares

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